La Conquista:
Mini cuento
En el verde bosque, tras vitrinas alumbradas de ilusiones y coloridas esperanzas hay una mujer enamorada, una vendedora, de las tantas que germinan en el Paseo Estación; hay un jardín de flores, algunas muy sutiles y otras llamativas; en una estación añosa, donde se riegan amores pasajeros. Ella esta preparándose, ya comienza el juego diario, ese no se que, ayudando a dar un matiz diferente al día cotidiano. Ella diciéndose a si misma ahí viene, ya viene, esa "Cosa rica" ya va pasando… ¡delicioso pastel! Se hace agua la boca, y luego con esa chispa tan de ella tararea una cancioncilla que lo dice todo: "mijito rico, mijito rico, lalalalala, la", luego ríe aunque nerviosa. El aludido pasando enfrente ella puede oler su pensamiento, esa pasión que entre ellos se va tejiendo y pasa entre la fría gente; gente que camina por los pasillos sin saber que detrás de esos pasos se tejen amores escondidos. Ríe, como "macho men", que es, sacando pecho, y mostrando todo sus dientes.
Ella una joven mozuela, echando todo su encanto a la parrilla, como se estila decir en el Mall de los corazones rotos. Ella lanzándose en lideres amatorias; buena para el chacoteo, muchas veces sin compromisos, atractiva sexualmente para los hombres, disponible, aunque da lo mismo este casada como se estila decir: "casada pero no muerta" La chispa espontánea a flor de piel. Dejando caer esa risa caudalosa y graciosa que solo la mujer del Paseo sabe lanzar en el momento propicio. Generalmente solo con cuarto año medio rendido, muchas veces sin terminar, no queda más remedio que encontrar trabajo de vendedora.
Ella paciente y a modo de entretención, mientras cae una venta se entretiene como sea; algunas haciendo el puzzle, otras leen el diario, mientras la más osada podría darle más de una sorpresa algún buen mozo que va tranquilamente caminando por la galería; como por ejemplo un: "yo también te amo" sacando una sonrisa sorprendida por aquella directa insinuación. Muchas veces volteando su cabeza a mirar incrédulo. En aquel momento la risa de la mujer aparece cadenciosa y no falta quien ría con rostro sonrojado.
La venta la tiene casi hecha, solo que el comprador tiene que decidirse como y cuanto se hará el traspaso de mercancía. Aunque muchas veces creo es ella misma, quien ralla la cancha. Los vendedores varones del lugar, se transforman en compradores; generalmente compradores de un amor furtivo.
Generalmente es ella quien persevera al hombre de sus sueños. El solo pasa a diario marcando territorio, con una sonrisa comunicadora de encanto y placer. El haciendo paseos de testosterona, matinée, vermú y noche. Su hormona al viento, tratando de polinizar a su flor predilecta.
Ella deslumbrada, subyugada por su manera de ser. Pensando que tiene en él a un hombre, divino, que la amará solo a ella, sabio en experiencia, con dinero, que la llevara al cielo, donde será reina y amante nunca señora y se acicala como gata de campo preparándose para el festín.
Debe ser que cuando pasa aquel hombre vestido de príncipe por su reino ella le espera ver montado en un auto de marca, no en un caballo blanco. La mujer del Paseo es hábil, es locuaz, y sabe lo que quiere. Ella no se anda con chicas. Cuando se propone algo lo consigue por algo es vendedora a esta alturas con experiencia, y sabe manejar al comprador por los lados mas débiles que el comprador tiene. La mercancía la muestra, y es hábil con sus manos tanto como con su boca
Las prenda la empieza a mostrar como si no tuviese demasiado deseos de ser vendida, pero eso lo deja así para que no se note tanto el desparpajo; ya está decidida, pero por si acaso algo no anda bien; debajo de la manga siempre tiene un as por si todo lo anterior no resulta, va derecho al grano y con constancia y perseverancia llega a la meta que se propone. Muchas llegan a ser de miedo y otras de terror para sus elegidos.
También es cierto que no se frustra con facilidad si la venta con aquel comprador no se hace ya vendrá el próximo, y el próximo, y el día de mañana siempre se espera que sea mejor que hoy.
El aburrimiento en aquel lugar pequeño, mata y se posee tanto tiempo disponible que comienza a crear castillos en el aire con su imaginación, sueña con ser la especial, la única aunque sea por un tiempo por último por un día, por una noche. Su imaginación es prolifera, arma escenas eróticas y es tan fuerte su meta que la comenta con otras vendedoras, que pasan a ser cómplices y amigas cupidos, echando leña al fuego. No calla nada. Es parte del paquete completo; tener que contar a los cuatro vientos su conquista. Aunque ella cuenta en forma reservada, en voz baja el secretillo, para que nadie se entere; entre mas escondido todo mucho mejor. Al final todo se sabe por anga o por manga. Los rumores son tan apetecidos para matar el ocio de día
Se cuenta todo con los más mínimos detalles. Antes del encuentro dice lo que planea hacer, como, cuando, donde, a que hora, que tan generosa se encuentra. El día siguiente es toda risita, sus ojos brillan de alegría. La gracia es contar el evento y ese día sigue tan erótica como la noche anterior y se vanagloria de su hazaña. Todas las vecinas de los locales cercanos se apegan a ella como abejas a la miel. Piden detalles de cómo fue, si era rico el bocadillo, si se lo recomendaron para bajar de peso, todos los detalles sumamente jugosos. La actriz de esta historia no deja detalle de cómo era el caballero andante, seguidamente describiendo con voz muy aseguradora que así fue: "Los besos eran largos", uhmm, mordiéndose los labios; luego describe todo el feroz incendio: "empezamos rodando por la alfombra, luego por las escaleras y después de un erótico baño nos fuimos a una cama king size. El motel era cavernoso, cuenta, con luces en la semi penumbra, o en otras oportunidades da el nombre del motel recomendándolo a sus amigas oyentes, para que cuando otro pase por las mismas circunstancia, lleguen al hotel mencionado sin perderse. Era hermoso, cuenta estaba en medio de un bosque llenos de árboles y lamparitas que serpenteaba el camino a la cabaña. Nos atendieron como reyes. Todo el resto de vendedoras quedan se mirándola con sonrisa de envidia.
Después de algunos días, a su amante le pone apodos, como caballito blanco llévame de aquí, el súper negro, el grandioso gitano, el mendigo, el roba corazones, oh, el súper ocho; cuando la tortilla ya se ha quemado y el fuego apagado. La mercadería vendida se devuelve, con boleta o sin boleta. Al final casi siempre los Don Juanes terminan llamándose "si te visto no me acuerdo", "un clavo saca a otro clavo" "no vale la pena" y luego acotan cosas como, " no pasa na' con él", "no tiene ningún brillo"; "tiene tapita de guatero"; entre otras tanta jerga y risitas burlescas que solo ellas no mas entienden. Ella se queda trapeando el piso con la hombría de su amante, tomando una tacita de café, para luego hacer la primera venta del día. La vitrina bien alumbrada de nuevas ilusiones, y coloridas esperanzas.
By patpoemas
Derechos de Autor:
Patricia M. Araya
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