El hombre silencioso permanecía sentado en su gabinete, entre las difusas penumbras la atmósfera densa del lugar saturaba con aromas exóticos de humos y luz púrpura pesada, cada rincón del atestado local.
Sin mucho interés Michio Koki estudiaba al sujeto en cuestión, agobiado en su interior por el fallecimiento de sus padres, por el recuerdo dulce y doloroso de Cynthia. Además, no lograba sacarse de la mente, la imagen aborrecible del par de robots reemplazantes de sus difuntos, que aguardaban su regreso a casa: esa sonrisa tan perfecta como fingida, esa actitud servil, programada y sosa.
Mientras imitaba al misterioso personaje y llevaba su bebida a los labios- una novedosa imitación del Martini, elaborado a base de soya china, que le producía una leve repugnancia en el paladar- Koki pensó con tristeza que el mundo entero se estaba desmoronando, irremediablemente. Bastaba con observar a los muchos jóvenes que concurrían a esa miserable taberna de Oxford, antaño un respetable oasis de cultura, y ahora decayendo, poco a poco, corroído por numerosos grupos clandestinos de protesta, autodenominados tecno, que socavaban los cimientos de la, alguna vez intachable y pomposa, comunidad del saber. Koki miraba a su alrededor a aquellos imberbes con el rostro saturado de piercings, algunos con los rasgos voluntariamente deformados, por obra de singulares artilugios metálicos, para adquirir rasgos asiáticos, y caracterizados por sus ropas uniformadas, como los antiguos "monos-blancos" italianos, que los distinguía notoriamente. Tales jóvenes se introducían en las terminales de sus nucas, chips de contrabando japonés, conteniendo descargas de estimulantes chorros de subliminales mensajes que los hacía estremecer y adormilarse como los antiguos fumadores de opio. Koki se deprimía mucho al ver como la esperanza del mundo, se difuminaba, tranquilamente, en virtualidades enfermizas y autodestructivas. Pero ahora nada de eso le importaba, sus sentidos precisos de cyborg, agudizados por el falso Martini se concentraban en los nerviosos gestos del personaje en las sombras, que súbitamente se levantó y comenzó a vociferar con aguardentosa voz:
-¡Miserables! ¡Criaturas abyectas! Todos ustedes despojos...viles.- los acordes dark-trance de la música del lugar se interrumpieron abruptamente, los comensales miraban asombrados la súbita transformación del hasta hace poco calmo sujeto, ahora convertido en un mar de agitación.
Koki se interesó vivamente en el hombre agitado que bramaba con voz aturdida por el alcohol:
-Me han quitado a mi Ayanami, me la han arrebatado con sus viles y sucias artimañas, ¡malditos! agregó, levantando la voz.
Entonces quiso desplazarse con demasiada ansiedad y cayó al suelo de bruces.
Todos comenzaron a burlarse con sonoras carcajadas y soeces exclamaciones, que obligaron a Koki a taparse los oidos.
Cuando el triste sujeto pugnó por levantarse con trémulos afanes, una de sus evidentes extremidades artificiales, torcido brazo bio-mecánico, crujió angustiosamente, una manguera se partió y un líquido verduzco, algún lubricante artificial de su muñeca maltrecha, comenzó a esparcirse por todo el suelo de duela plástica fosforescente.
De inmediato aumentaron las risotadas de los testigos inclementes.
En ese momento, un par de mocetones calvos, afro y con kimonos oscuros, se acercaron al desdichado y confundido blasfemador, con intención de arrojarlo despiadadamente del establecimiento.
En ese momento Michio Koki decidió intervenir, y cuando ya el par de vigilantes sacudía con dolosa violencia al extenuado señor, el robusto cyborg se les interpuso y empujándolos con autoridad les arrebató al infeliz.
- ¡Basta! he dicho que es suficiente.
La autoridad de aquella voz querellante, llevó a los vigilantes de la taberna a meditar si era factible someterlo de la misma manera y arrojarlos a ambos a la calle. Pero el rostro duro de Koki, sus negras ropas y la fortaleza, también presumiblemente artificial de su figura, los hicieron desistir con súbita prudencia.
Koki entonces salió de la taberna sujetando al hombre tambaleante y del rigor de las miradas turbias, de clientes enfurecidos por ver interrumpida su ración de desventura ajena.
- Gracias, gracias, buen señor...- tartamudeó el herido.
- No se preocupe amigo- le respondió un Koki conmovido en extremo- al notar tanta desolación concentrada en una sola persona- Dígame, ¿cuál es su nombre? Preguntó.
El hombre fijó, profundamente su mirada en Koki, antes de contestar:
- Chatov, Toshiro Chatov, respondió casi titubeando.
- Señor Chatov, entonces - asintió Michio Koki, y luego al observar el brazo chorreante, y movido por un inesperado impulso, agregó- eso no se ve nada bien, permítame pues, acompañarlo a su casa.
- No se moleste caballero, se apresuró Chatov con su gutural tono chispo.
- No, no es molestia - De cualquier manera odio la idea de volver con "mis padres" pensó irónicamente Koki, toturándose.- Inisisto además en ello, déjeme llevarlo con... Ayanami- intentó adivinar Koki, recordando el nombre pronunciado por el miserable beodo en sus reclamos en la taberna.
Al escuchar el nombre citado, Chatov se envaró y murmuró un tanto ambiguo:
- Eso, aunque difícil si, es algo que deseo... ayúdeme pues buen hombre, a llegar con ella, con mi hija.
Y de esta manera se internaron en la parte más paupérrima de Oxford, allí donde las colosales proyecciones de los luminosos anuncios holográficos no llegaba casi, y donde sólo algunos spiners se aventuraban, con temor, por las vías elevadas. Sin embargo, Koki conducía el suyo con gran cautela, dirigiéndose en vuelo, al domicilio que le había indicado un tembloroso Chatov.
Mientras contemplaban un horizonte colmado de columnas de fuegos industriales, humo y espirales de infinitas luces, Chatov relató su desventura a un Koki atento pero reflexivo:
-No hace mucho tiempo Ayanami, su madre y yo, que era ingeniero del Centro Espacial Cronia, éramos felices y disfrutábamos de una vida próspera, pero yo me enfrasqué, de pronto, en unos proyectos de exploración cosmológica que me apasionaron hasta el delirio: me obsesionaba conocer los límites del Universo, las fronteras del ser mismo; me parecía casi inteligible su inconcebible comprensión total, el inherente pero irresistible absurdo de su plena conceptualización. Descuidé tanto a mi familia, que Magie, mi mujer, cayó en una depresión extrema y terminó suicidándose.
Koki, se estremeció hondamente al escuchar esta referencia: la muerte reciente de su padre, el trágico acontecimiento de aquél suicidio, le calaba el alma insufriblemente.
Chatov prosiguió:
- A raíz de la muerte de Magie, me sumergí aún más en mi obsesión desquiciada- Koki advirtió, con el rabillo del ojo, las gruesas lágrimas que comenzaban a escurrir por el rostro descompuesto de Chatov. El pañuelo con el que contenía la fuga de líquido lubricante de su mano artificial, se saturaba, y en el asiento vinílico de copiloto del spiner aparecieron manchas verduscas de la misma solución - Ayanami por su parte, se enclaustró en su habitación y permanecía conectada a la red todo el día, no me preocupaba de su alimentación, de su higiene básica...era sólo una adolescente de diecisiete...¡Oh Dios mío!
Chatov comenzó a sollozar, Michio Koki lo apresuró con suavidad:
-¿Qué pasó después?
Chatov se contuvo con dificultad y continuó:
-Esto lo supe posteriormente, cuando era ya, demasiado tarde, revisando su blog personal y secreto: conoció a Serena, una joven líder de un grupo de hikikomoris. Adoctrinaron a Ayanami; convenciéndola de que la vida real, la tangible, no merecía valor alguno y la arrastraron a una existencia virtual extrema, de alguna manera conseguía aditamentos armados para su equipo de cómputo, y ella diseño un Terminal complejo e inextricable, en donde permanecía imbuida completamente.
"Una noche que llegué a casa, completamente perdido en mis frenéticas teorías y en el alcohol barato, el único a mi alcance, luego de perder mi empleo en Cronía, busqué a Ayanami para pedirle perdón por mi egoísta conducta. Entré a su habitación: la vi allí con su casco de integración hologramática puesto en la cabeza, de frente al enorme monstruo de consolas y cables, aunque ella ya no estaba más... se había perdido ya su alma, absorbida por la implacable red... desde entonces no he descansado buscando como recuperar su conciencia robada, preparé su cuerpo clínicamente para preservarlo hasta reintegrarle su esencia extraviada... estoy desesperado... pero creo que he encontrado quien puede ayudarme para ello.
Habían descendido ya del spiner de Koki y se encaminaban bajo la noche húmeda y brumosa, a través de un laberinto de callejones derruidos, adornados con holo-graffitis que con sus imágenes de fantasías bizarras, en movimientos cortos y periódicos, llenaban el ambiente urbano de una irrealidad casi tangible.
Caía además una lluvia sucia, tenue pero incesante.
-¿Quiénes dice usted que pueden ayudarle, Chatov?-preguntó Koki interesado, buscando reanudar el relato del abrumado ingeniero.
- Hay unos hombres, un grupo especial y secreto, se autodenominan el grupo "Orfeo" -explicó cansinamente Chatov sin dejar de mirar al frente con rostro compungido.- sus integrantes reemplazan paulatinamente cada parte de su cuerpo, al ritmo de ciertos ritos iniciáticos, con componentes biomecánicos que les permiten acumular memoria RAM en su organismo.
Ellos hacen esto, para que al integrarse a la red sus conciencias tengan más potencia en su navegación; porque ellos se han decidido a explorar los límites de la red mundial: el lugar donde se difumina la información interconectada y se puede uno asomar a la alteridad; el grupo "Orfeo" busca arribar a los límites mismos del ser y atisbar al más allá... yo he hecho algunas excursiones breves con ellos, he aprendido sus plegarias, sus ceremonias, he dejado la mayor parte de mi cuerpo en ello-
El hombre demacrado abrió su abrigo y Koki pudo ver que la mayor parte del cuerpo de Chatov era ya un amasijo de partes biomecánicas de tercera categoría: usadas, obsoletas y al punto casi del colapso, Koki sintió una honda piedad por esa desventurada persona.
- Pero, ¿Por qué? -inquirió Michio Kaki.
- Tengo la esperanza de que estos sabios en sus vastas exploraciones hayan podido tener noticia del paradero de Ayanami, de mi niña, que esos jóvenes basura me han arrebatado, esos hikikomoris fugados, malditos viciosos, malnacidos... dejó escapar casi en un hilo de vioz
Así se musitaba Chatov con rabia cuando, estando a punto de arribar a la casa del ingeniero, en un oscurísimo y asqueroso callejón, se encontraron de frente con una escena abominable:
Un vándalo, un "Chupa-ram", un integrante de una de las innumerables cyber-tribus clandestinas que deambulaban por las zonas miserables del Oxford profundo, tenía preso, entre sus grotescas extremidades mecánicas a un niño, un infante sin-hogar, a juzgar por su humilde apariencia, que se debatía con frenética ansiedad para liberarse del "pico" del Chupa-Ram que se le introducía con fiereza desesperada en su conector de la nuca, con el propósito evidente de absorberle toda la memoria de su ya débil cuerpecillo.
El "pico" del cyber-vándalo era parte de la mascarilla grotesca que tenía injertada a su cuerpo, una adaptación artificial acumulada a su naturaleza torcida y adicta, que le permitía satisfacer su deleznable enfermedad.
Koki y Chatov miraron la escena sorprendidos y pasmados de consternación, pero de pronto Chatov comenzó a temblar de furia, quizás porque la imagen de su Ayanami, de su niña arrebatada, saturaba hasta el límite su conciencia hecha remordimiento vivo, y, entonces, con su risible cuerpo tambaleante, se lanzó en contra del vándalo con un chillido animal.
El Chupa-ram arrojó a un lado el desvanecido cuerpecito que se perdió entre un montón de basuras regadas y ante la embestida del flaco ingeniero, una risotada de incredulidad, de tono metálico, brotó de su boca deforme y con sus fuertes brazós sujetó a Chatov sin esfuerzo, y le rompió la columna de un salvaje abrazo.
Chatov abrió la boca de una manera casi imposible, y sus ojos desorbitados parecían querer escapar del dolor, de aquel cuerpo torturado.
Ya el Chupa-ram le sujetaba la nuca flácida y buscaba con su "Pico" el conector, con nefastas intenciones, cuando Michio Koki fue en su contra y lo estrelló contra los muros manchados de inmundicias.
Los dos hombres forcejearon brutalmente cayendo en un charco amarillento y semi ácido. La fuerza del vándalo estimulada artificialmente por la memoria absorbida, los cambios, prohibidos por la ley, desarrollados en su organismo a fin de ganarle posibilidades de triunfo en esa vida salvaje de vicio y perdición que llevaba en las calles, le hacían ser un difícil adversario para Koki, que sin embargo con la furia de muchas desventuras recientes, con la indignación ante una vida insatisfecha, en un mundo en descomposición tan plena, sin sus padres y sin Cinthia, le redoblaron los bríos, entonces, tomó entre sus poderosas manos de cyborg la mascarilla del Chupa-ram, y le torció rotundamente el "pico", que al quebrarse, y al contacto con la lluvia fría, provocaron una explosión que devastó el rostro del vándalo quien de inmediato se enconchó y comenzó a agonizar entre estertores incontenibles, de mecánico espanto.
Koki acudió entonces al auxilio de Chatov, que ya no podía más y estaba de igual manera, al borde de la muerte.
-Rápido...ya no hay tiempo, por aquí.
Dieron la vuelta a la calle y entraron en un edificio derruido, y allí se introdujeron a un departamento penumbroso infestado de alimañas.
-Conécteme...conécteme- solicitaba con voz apenas audible Chatov
Koki depositó al agonizante en un sofá desvencijado y encendió un equipo complejo y poderoso, que parecía fuera de lugar en ese oculto nido de ratas. De los altavoces del computador, sin duda por una programación previa, comenzó a escucharse las suaves notas de la Suite número tres de Johann Sebastian Bach.
- Con esto, por allí, así...- indicaba con gestos casi desvanecidos, Chatov a Koki, como vincularlo con el singular ordenador.
Por último Chatov señaló la pantalla con un índice roto y vacilante...
- El icono... Ayanami.
Koki miró en la pantalla la pequeña imagen del rostro bellísimo de una joven de piel muy blanca, los ojos rasgados y hermosos y una cabellera breve, hasta la nuca, negra-azulada.
Al activar el icono de la hija de Chatov, un software inició su activación y un medidor rojo apareció marcando el flujo de la conciencia de Chatov que ya a comenzaba a vaciarse en la red.
- Amigo, amigo...-casi con su último suspiro, Chatov se dirigió a Michio Koki - en agradecimiento por su auxilio, quiero advertirle de algo... el grupo "Orfeo" , en sus viajes por la frontera de la no-información han encontrado regiones inconcebibles y extrañas: allí han germinado conciencias autónomas de datos, extraños seres que se han percatado de la existencia de nuestro mundo y se aproximan a él con intenciones nefastas...van a tomar el control de las IAs que regulan y movilizan el orden, la organización de las instituciones del mundo nuestro; el caos, el fin se aproxima...escape amigo, mientras pueda...los "Orfeo" lo han sabido, y por eso apresuraron su gran exploración hacia la nada, hoy es la partida... puede venir si quiere...
Koki miró al hombre que ya se perdía a través del disco duro del ordenador, y negó con la cabeza suavemente...
-Chatov, una última pregunta-inquirió con serio tono Koki- ¿va con los viajeros del "Grupo Orfeo" para investigar el paradero de Ayanami, o para satisfacer sus ansias de saber: para encontrar esa respuesta que ha buscado tanto?... dígame la verdad, Chatov.
Pero Chatov sólo se limitó a responderle con una postrera lágrima que descendió por su rostro vacío…
Michio Koki esperó en silencio hasta que Chatov se desvaneció en la red, luego, cuando las notas bellas de Bach finalizaron, apagó el equipo, y salió pensativo hacia a la noche.
Revisión y corrección de estilo del proyecto Extropía
Llevado a cabo por
Jaime Alfonso León Cuadra.
www.escritorium.com/extropia/ |