Con referencia a Dante Alighieri, La Divina Comedia, Infierno, Canto I.
Dante percibe la existencia humana como un viaje, pero con la singularidad de que en cada etapa del camino
el viajero se constituye de un modo diferente, de acuerdo a cada intervalo recorrido: ya como condenado, ya penitente o
salvo. A final de cuentas Dante, y todo lector de su Comedia, se torna un peregrino de sí.
Esta libre construcción del sujeto tal vez anuncie el advenimiento del Renacimiento y el germen del mundo moderno.
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"¡Ah! Cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva, cuyo recuerdo renueva mi temor,
temor tan triste que la muerte no lo es tanto."
Qué enseñanza nos transmite Dante: aprender a convivir con cada uno de nuestros demonios particulares, nuestros infiernos propios,
nuestros terrores, pues al familiarizarnos con estos temores cotidianos aprendemos, y nos preparamos, para sobrellevar el trance máximo:la muerte personal.
Nos adiestra a enfrentar el pavor hacia algo que ni siquiera es evocable a través de espíritus verdugos y fosas de castigo.
Ni siquiera eso por aguardar.
Nada.
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A veces es preciso extraviarse, aún en oscuras selvas rebosantes de tentaciones, para reencontrarse uno mismo en un existir dinámico y en evolución constante.
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"Ví su cima revestida ya de los rayos del planeta ( el Sol) que nos guía con seguridad por todos los senderos."
Abandonar el territorio confiable y previsible de lo iluminado, de lo juicioso y del sentido común, para arrojarse trémulos, al frío abrazo de la luna y su tenuidad exploradora de incertidumbres, justo al modo de los desengañados insomnes, los poetas, y los felices beodos.
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"Tan adormecido estaba cuando abandoné el verdadero camino."
Dormir, soñar tal vez: umbral inestable, conducto a extravíos, a insospechadas libertades;
Soñar, tal vez crear: enemistarse contra las rectas vías para adentrarse en falaces y deleitosas sinuosidades ignotas, siempre en paciente espera, del titubeante sonido de los pasos nuestros, la huella indeleble de nuestros anhelos.
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Lujuria, Soberbia Y Avaricia.
Los vicios de Dante perecen tener como fundamento único el exceso, un afán desmedido.
Paradójicamente, el poeta florentino hallará la redención superando sus propios límites humanos, orientándose a lo trascendente. Transgrediendo de nueva cuenta, pero ahora en un diferente sentido: no referido al presente, al instante y sus placeres vitales, sino encaminado hacia el porvenir, hacia el cumplimiento de un destino pendiente de realización, motivado por inspiraciones y anhelos provenientes de un pretérito memorable y demandante: lo grande, la Italia Imperial; lo bello, la futura sonrisa de Beatriz alcanzada.
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¿Y si la pantera, el león y la loba que atemorizaron a Dante al inicio de su travesía, y la reorientaron por completo, no hubieran sido sino diferentes disfraces de la ambigua y sonriente Beatriz?
¿Para qué seguir la ruta larga, si hubiese bastado con precipitarse a las garras de la deliciosa fiera, para ser devorado amorosamente por la agreste criatura de saludos equívocos y miradas inolvidables?
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"Si quieres, en seguida subir hasta ellos, te acompañará en este viaje un alma más digna que yo, y te dejaré con ella cuando yo parta; pues el Emperador que reina en las alturas no quiere que por mi mediación se entre en su ciudad, por que fui rebelde a su Ley."
¿Que temía el Emperador del Cielo, de la sabiduría encarnada por el poeta Virgilio, es decir, la razón, la inventiva humana?
Tal vez pensó que en donde los Gigantes fracasaron, y en donde Prometeo se quedo corto, en la herencia grecolatina de Virgilio encontrase al fin una posibilidad de realizarse, con el paso de los siglos el gran derrocamiento.
Hoy, que en las alturas el trono parece vacío, Dante, alumno del mantuano, parece haber sido el gran ejecutor -al posibilitar el fin del Medioevo, el surgir del Renacimiento y por consiguiente, los posteriores rompimientos históricos- de esta inevitable soledad, de esa elocuente ausencia que impera en el Olimpo, que se torna ya dilatada y evoca añoranzas sin sosiego.
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