Tres segundos
Caíste… todavía no sabes si estas golpeada o no, si la separación de tu cuerpo es lo que ves: los huesos, las carnes regadas en el asfalto o quizá, mágicamente, es solo cuestión de pensamiento y sentimiento, del “desdoblaje” del que Mateo habló esa noche, cuando entre divertido y lúgubre le contó, a la colcha que te cubría, su doble vida y su amor por ella… por la otra ella.
Pensaste que duraría más la sensación de ligereza, la materialización del sueño humano del vuelo que conociste desde niña y te llevó a ver al muchachito cojo de la esquina como a Icaro luego de su aterrizaje, poco más que forzoso. Pero no, el vértigo duró menos que tus ansias, menos que el dolor.
…¿Qué pasa afuera?, las caras se agolpan pero no oyes las voces, no oyes los automóviles, ni el viento moviendo la soga que cuelga de la ventana de la izquierda… no oyes más que los golpes del reloj sobre la chimenea, su voz hablando de la dulzura de sus besos y los cristales rotos, ópera estridente y doliente, al fondo… lejos.
Solo duró tres segundos, luego ya no estabas.
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