tenía tanto que hacer, pero no hice nada de nada. mas bien, me puse a dormir. y mientras dormía soñé que hacía todas las cosas que debía hacer. ordené mis facturas, limpié mi oficina, arreglé la puerta oxidada cambiándole la chapa y bisagras, llamé a mi madre, a mi hija para invitarlas a cenar. todo eso hice y en mi sueño me sentí muy feliz. sí, me decía, es hermoso dar, darse, entregarse hacia aquello que hará feliz a las personas y a uno mismo. recuerdo que en el sueño todos los negocios me iban fantástico. tenía esposa, hijos, padres, hermanos, amigos, enemigos, todo tenía, hasta un hotel en una de los puertos mas importantes del país. tenía todo, incluso era un tipo que meditaba diariamente y seguía las indicaciones de su amado maestro vivo, y conversaba con él, eran amigos, aunque existía el amor entre ambos, ese amor que no necesita mas que darse y darse. en una parte del sueño, viajaba en mi auto y me iba a cenar solo a un restaurante. llamaba al mozo y pedía una cena integral, vegetariana y agua mineral. me atendieron de inmediato, cené y pagué. ya estaba saliendo del restaurante cuando el cielo se puso color rojo, como si fuera el fin del mundo. vi que todo se desmoronaba ante mis ojos. corrí en busca de mis padres, amigos, etc., y los encontré aplastados por paredes y postes, mientras la tierra completa seguía temblando, y la gente corría y lloraba, otros se arrodillaban y rezaban a dios para que cesara este castigo. la tierra dejó de temblar pero un ruido infernal salió del fondo de esta escena que tenía el cielo de color violeta. me fijé que estaba por ocurrir y vi que el mar se estaba saliendo. cerré los ojos y sentí que era el fin. de pronto escuché la voz de mi maestro: ven, ven, ven aquí, decía. abrí los ojos y le vi flotando por los aires, tenía en sus brazos a miles de personas que como cadena estaban como cola de sus pies. me así a esa cadena y sentí que me elevaba mas y mas hasta que vi que todo el mundo se volvía mas y mas oscuro, luego hubo una explosión, y todo se hizo dorado como una luz. miré hacia arriba y vi el rostro de mi maestro. con mi mirada le pregunté hacia dónde nos llevaba. me miró y me dijo, casi susurrándome: despierta, despierta... cerré los ojos y caí del sueño como si fuera un jet bajando a toda velocidad hasta llegar a mi cama. abrí los ojos y estaba en mi cuarto, con todas mis cosas desparramadas, como siempre. me levanté y sentí que debía hacer algo. cogí el teléfono y llamé a mi madre y a mi hija, y luego, hice todo aquello que hice en mi sueño. ¡debía hacer algo por mi vida!, por supuesto: vivir…



san isidro, julio de 2007