Las golondrinas en Río Tercero

Tan simple como mi pueblo, tan mío como mi Córdoba

"En verano, cuando llega la tardecita y te sientas en la vereda del café ubicado en la esquina de la ancha avenida, el chillido de las aves no te permite conversar, son las golondrinas que se van ubicando entre las frondosas ramas de un par de árboles y a las que altera cualquier ruido fuera de aquellos a los que están habituadas.

Año tras año, las golondrinas nos visitan, llegan del norte efectuando un viaje atávico y se adueñan de esa esquina céntrica de mi ciudad. Su estadía dura primavera y verano y cuando el frío se acerca, ellas emprenden nuevamente su largo viaje y desaparecen de nuestro cielo.

Cuando las ruidosas visitantes se alteran o simplemente cuando al bajar el sol buscan el refugio de los árboles, superan el sonido de cualquier conversación que hayas podido entablar con algún amigo, entonces no queda más que resignarse y copa o café en mano, estirarse en la silla pacientemente, esperando que vuelvan a asentarse.

Bajan tan rápido como se elevaron y cada una se ubica en su lugar; entonces el chillido se transforma en silencio y sólo entonces puedes retomar tu charla, mientras el fresco aire que baja de las sierras arremolina tus cabellos, en ese momento las risas y conversaciones ocupan nuevamente espacio. Pero eso sólo ocurre cuando callan las golondrinas.

A veces me pregunto que dicen en su algarabía y alegremente me respondo, seguramente le cantan a la vida "

María Magdalena