EL JUAN
Juan era de casa pobre, hecha de tablones de madera, con piso de tierra y cocina impaciente.
Su niñez fue escuela, gorro frigio, himno, guardapolvo blanco, ser niñero y trabajar la tierra ajena.
Crecía como una planta, huraño, oscuro. Sin patio de juegos. Sin amigos de sonrientes cumpleaños y torta con velitas.
Yo lo invitaba a mis fiestas, pero no iba, replicaba que no tenía zapatos, las alpargatas estaban rotas.
Desde muy chico era demasiado serio, siempre vigilando el júbilo temprano de la yerba o la soja. Aprendiendo de la lluvia, el granizo, la sequía.
Después… juegos breves con juguetes caseros en el baldío de enfrente.
O paseos con su madre, una mujer oscura y callada arrastrando su larga falda triste por las habitaciones derruidas y las calles polvorientas.
Y el allí, ángel moreno-piel espléndida.
Lo recuerdo junto a su madre vendiendo pan casero portando sendos canastos de mimbre, caminando juntos por las calles del pueblo somnoliento, esas calles profundas y apagadas, con ademanes cansados debajo de la lenta luz de tarde.
H |