... me vi al espejo. estaba más viejo que ayer. mi pelo estaba casi blanco. mis ojos perdían brillo y mis párpados colgaban como vela derretida. sonreí. sabía que el tiempo era genuino, hilvanaba mis carnes con espacios, como cera de un escultor... cogí un lápiz labial y escribí mi nombre en todas partes del espejo. también escribí tu nombre, todos los nombres que recordaba hasta que no hubo espacio en el espejo. todo estaba rojo, y me gustó mucho esa imagen llena de creatividad... seguí mis ojos y encontré un pedazo de madera. tenía la forma de un brazo. lo cogí y me la puse pegado a mi brazo, la amarré y me vestí con eso. salí a la calle y me sentí un poco incómodo. de pronto vi que un tipo se acercaba a pegarme. alcé mi brazo y justo le dio a mi madera. ¡qué suerte!, grité. el tipo se revolcaba de dolor. lo levanté y le mostré mi madera... se la di y este me miró como a un orate. le dije adiós y seguí mi camino, aunque no recordaba hacia el lugar en donde me dirigía. vi un bus y subí. pagué y me senté al fondo. a mi lado vi a una mujer de hermosos ojos, verdes así como esmeraldas. su cabello era fresco y dócil, gracioso y amable. quise acariciárselo pero dudé en hacerlo, tan solo le sonreí. ella no respondió. era una jovencita de quince años, lo entendí. tenía una faldita corta en donde mostraba sus rosados muslos, se le notaban sus vellosidades rubias, era un hermoso animal... mi mano se deslizó hacia su pierna y la tocó. seguí tocándola, con suavidad, era tan tierna, suave, pura... y ella no decía nada, tan solo miraba hacia fuera del bus. como no me miraba, me detuve y saqué mis manos que casi había tocado sus bragas. me levanté y bajé sin mirarla ni decir palabra. cuando el bus se fue, noté que la chica estaba detrás de mí. ¿qué quieres?, le pregunté. me miró a los ojos con sus bellos ojos color esmeraldas y luego, se puso sus manos, cubriéndose la cara. la quise consolar pero ella se fue corriendo hasta doblar la esquina de una casa. iba a seguirla pero para qué, ¿para besarla?, no, por favor, no soy así. iba a seguir caminando pero no sabía en donde estaba. las calles las desconocía, a la gente también. estaba en un barrio residencial. todo era lujoso. vi una bodega y entré. pedí una botella de agua. pagué y antes de salir pregunté en dónde estaba. me dieron un nombre. ¿en que año estamos?, volví a preguntar. el tipo me miró y me dijo: ¿qué te pasa muchacho? ¿estás fumado?. cuando escuché muchacho, me pregunté a quién le hablaba este tipo, pues, recordaba muy bien que mi edad pasaba los sesenta. alcé los hombros y me dispuse a salir de la bodega, y cuando pasé por un espejo, me vi, y sí, era yo, pero yo de muchacho, de joven, de no mas de veinte años... mi cabello negro, mis ojos brillantes, mi cuello esbelto, era yo, yo de joven... cogí un plumón y empecé a escribir mi nombre, luego los nombres de todos mis amigos y de todos en general... me gustó lo que hice. miré hacia el dueño de la tienda pero no estaba ya mas... no había nada. estaba en una tienda vieja y abandonada, frente a un espejo lleno de colorete escrito... sonreí y supe al fin en donde estaba, por supuesto, estaba totalmente loco... limpié el espejo y volví a llenarlo nuevamente de colorete rojo, pero esta vez dibujé un ave, un ave con grandes alas, largas así como el tiempo…


san isidro, julio de 2007