Los seres fantásticos siempre me han rodeado, y siempre han estado cerca. Pero hay uno en especial a quien desde chica admiro y adoro.
Luego, durante la adolescencia la sentía un poco lejana, pero eso cambió porque me di cuenta de que me ama y que daría cualquier cosa por verme feliz.
El sur—Argentina—tuvo el privilegio de ser su cuna,
llegada desde galaxias lejanas, cargada con una fortaleza sin igual y dones que sólo quien está muy cerca de Dios puede poseer.
De hecho, es una de sus hijas preferidas y Él le ha conferido la noble tarea de hacer llegar a los niños—miles de ellos— la sabiduría y las enseñanzas de Jesús. Es una gran maestra.
Ella es también la persona más sensata que conozco.
Su entereza es grande y su alma, cuando tiene que serlo, es fuerte como el diamante, o suave como la seda…
¡Y ella es hermosa! Su cara es la de un ángel,
y su piel es blanca y está cubierta de pecas…
Y su voz no es voz: ¡es música!...
Y sus palabras no son palabras: ¡son bálsamos para curar corazones cuando están heridos y almas cuando están tristes!
Sus manos sanan dolores y sus besitos alcanzan para ser feliz los meses enteros que no la veo.
Su signo, un león, por eso es valiente y feroz,
es una reina, es mi mamá.
Y cuando me hace falta, ella lo adivina de alguna manera y me manda estrellas y bendiciones.
Y cuando está cerca, sus palabras alegran mi espíritu y me llenan de valor y de ganas de hacer bien las cosas. ¡Es grandiosa! Soy muy afortunada por tenerla.
¡Para Petty Oliva, mi mamita adorada!
|