-"Hola, ahora puede enviar su fax o dejar el mensaje después de la señal, gracias."
No dije nada, me quedé callada, esperando, deseando que la curiosidad le llevara a descolgar. Temía decir una palabra, mi nombre, y darle motivos entonces para no responder. Colgué. Marqué de nuevo y escuché otra vez el mensaje. El mismo mensaje de hacía cuatro meses, cuando lo conocí, el mismo tono de voz, el mismo deje andaluz que tanto me gustaba. ¿Por que hablo en pasado?
La tercera vez decidí dejar un mensaje, o arriesgarme a que supiera quién llamaba, si es que estaba allí.
-"Hola, ahora puede enviar su fax o dejar el mensaje después de la señal, gracias."
-Rafa, cójelo...
-Hola, ¿qué tal? -su voz sonaba a miel, no me había dado tiempo a decir casi nada y había contestado. Quizá pensara que era otra.
-¿Sabes quién soy? Lucía.
-Claro que ló sé, vaya sorpresa- miel, no, mejor como chocolate, su voz sonaba dulce como el chocolate.
Hablamos de él, de mí, de su pierna -casi rota-, de sus cuadros, de mis historias (amagos de novelas), de nosotros, de un pasado no tan lejano, de aquellos momentos bonitos y felices, de la felicidad...
-Me he acostumbrado a estar así, sólo, sin pareja, que no sé...
-Así eres feliz -esbocé yo.
-¿Feliz? ¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo? ¿Tú eres feliz?
-A ratos.
-Yo soy feliz ahora. -Y recalcó ese "ahora" de una manera tan especial, que a mí se me iluminó la cara, las comisuras de mis labios se movieron solas, dejándome una sonrisa clavada que todavía no se me ha borrado.
Hablamos durante más de una hora, casi dos creo -lo sabré con exactitud cuando reciba la factura del teléfono-. Me encanta oirle hablar de su pintura, sus cuadros, sus colores, parece que vuele,"cuando pinto no hay reglas, no hay límites." Sólo pintando se muestra uno tal y como es, al menos en su caso. Esta vez me atreví a darle mi dirección (la nueva) y hasta el número de teléfono. "Si no te gusta, o no te apetece escribir, al menos dibuja o pinta algo para mí y mándamelo." Me dijo que algo me mandaría, antes de que me volviera para España, "seguro".
No pierdo la esperanza. Ahora puedo dormir soñando con su beso de despedida, enrollada en su abrazo de adiós.
29 enero 1999 |