Estaba ahí, sentada en el sofá color marrón que le regalara su mamá cuando decidió independizarse.

Prendió un cigarrillo y miraba hacia la cama constantemente, había sido una dura sesión de sexo, motivo por el cual Alberto se hallaba ya dormido. Pensó en él, en el viaje que acababan de regalarse mutuamente y se preguntó como podía dormir aquel chico después de aquel momento, después de tanta pasión desbordada, ella se sentía con más fuerza que antes, ¿Cómo él podía dormir después de aquello?

Pensó en lo efímero del momento de placer comparándolo con la curiosa eternidad manifestada justamente en el instante en que se alcanzó dicho placer, pensó en el gran intercambio de energía física, de experiencias corporales, de sudores y olores, sin embargo, pensó aún más en el intercambio de existencias combinadas al sentir aquel estremecimiento indescriptible en el cuerpo, en el viaje que ocasiona el orgasmo. Al pensar en eso jugó el papel contrario, se convirtió en el orgasmo, en la energía manifestada en un momento efímeramente eterno.

Y nuevamente vino a ella el aludido orgasmo. Todo aquello mientras se encontraba sentada en el sofá marrón con un cigarrillo en la mano, después de la dura sesión de sexo, de placer para su cuerpo.