Hoy me dieron ganas de comerme un sueño. No tenia ni idea de cuanto costaría un sueño, hacia tiempo que no me compraba uno. Rebusqué en mi cartera y encontré un euro con cincuenta. Me puse los vaqueros, una camiseta vieja del armario y me fui a la panadería de la esquina.
Me gusta ir a la panadería. Tal vez sea una de las cosas menos complicadas del día a día. La panadería estaba llena, eran las mismas caras que cuando venía. Había alguna que otra diferente, pero la mayoría, la gente de siempre. Saludé a algunas personas que estaban en la puerta y me encontré al cobrador del autobús que acababa de comprarse su bocadillo con un zumo de naranja.
Como las personas se acercan tanto a las vitrinas de las panaderías para hacer su pedido, es difícil ver que tienen para comer. Intentaba mirar entre el cuerpo de las personas si quedaba lo que yo quería. Habían ensaimadas, panecillos de leche, barras de pan, etc…… pero no conseguía ver si quedaban los sueños, al final, en la última bandeja estaban, pero solo quedaban cuatro. Me puse en la cola, un sueño solo costaba 50 céntimos. Lo encontré barato, pero no sé, no tengo la mínima noción de lo que es caro o barato (en cuestión de sueños), pero quería uno.
La espera de mi turno se hizo angustiosa. Rezaba para que nadie pidiera ningúno, tenía a gente delante y se podían terminar. La mayoría pedía barras de pan, ensaimadas, empanadillas. Una señora mayor pidió dos barras de pan y un sueño, miré la vitrina para confirmarlo y si, quedaban solo tres. Que desespero me entró, , quedaban solo 4 personas delante de mí. El siguiente!!, decía la dependienta, un señor delgadito, mal vestido y con cara muy triste le dijo a la dependienta que quería dos sueños. Por un instante creí que hoy no tendría el mío. La única chica que quedaba delante de mi, miraba la vitrina a la dirección del último. Yo deseaba que no lo pidiera, y tuve suerte, ella pidió un panecillo de leche. Asi que llego el momento, y lo pedí.
No se si fue el hambre la que alimentó mi nostalgia, pero al tener el sueño en mi mano, sentí una sensación agradable. Me acordé de cuando era niña, y me juntaba con mi amiga, siempre en esa franja horaria, entre las cinco, cinco y algo, juntábamos algunas monedas y aunque siempre dudábamos sobre que comprarnos, lo cual podía ser cualquier cosa, pero siempre terminábamos comprándonos lo mismo, como si fuera un ritual. Aun hoy no se por que, pero pasamos años así.
Que tiempos aquellos, en los que nosotras, no nos preocupábamos por nada y pensábamos que seriamos personas importantes, que viajaríamos, que seriamos famosas, ayudaríamos a la humanidad siendo médicas o misioneras. Que ganaríamos un oscar siendo actrices. Que la humanidad nos recordaría en los libros de historia por haber participado en un tratado. El futuro nos quedaba tan lejos………….. Solo teníamos ganas de cumplir los dieciocho, para así poder comernos el mundo.
Y ahora volviendo a mis 34 años, y con este sueño en la mano, pienso en todo lo que he tenido que correr para que el mundo no me comiera a mí. Que rápido avanza el tiempo y que surrealistas éramos. En todos los sueños que nos compramos en la panadería y que no se han realizado. No he sido médica, ni famosa, ni misionera, ni actriz. Y da igual que no te conozca mucha gente, siempre serás inmortal para los que te quieren.
Descubres que los sueños de grandeza no son los mejores, quizás son mejores los grandes sueños………
Descubres que tú eres tú, que el futuro es hoy y que aunque nos alimentamos de sueños, razón tienen en decir que los sueños, sueños son………….
Para mi hija Carolina y sus amigas Esther y Nerea
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