En el reloj las manecillas se alejan ya de las tres de la mañana, la fría sala se ha vuelto agradable e íntima y reposados sobre cómodos sillones seis personas de variadas edades, desde los "treintaynada" a los "cincuentaymuchos" juegan y ríen, con vahos de alcohol y ceniceros llenos que esperan ser cargados con más huéspedes aferrados a los dedos.
Son seis personas de misma profesión, aunque esta no marque, cosa rara, el tema de la conversación. De sitios distintos, e incluso lejanos, han encontrado, en un distraido juego con el que pasar el tiempo, un punto en común. Tienen que hacer tres afirmaciones y una de ellas falsa, todos por mímesis o por deseo afirman y no mienten: "quiero vivir solo". Cuando uno de ellos lo advierte, un mohín se plega en sus caras, desde la limpia y casi virginal de la francesita de cuerpo estupendo y provocador escote, a la faz surcada por arrugas del viejo motero de pelo largo y cano.
Aquellas seis personas se encontraban allí, juntos,... riéndo,... pero querían vivir solos. Cuando volvieran días después a sus casas sabían casi todos que no lo estarían...
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