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Ese día cuando desperté no llevaba ropas sino plumas de colores. Mis brazos se habían convertido en majestuosas alas. Sin saber cómo y porqué me convertí en un hermoso pájaro negro. Ya no me interesan los problemas de la vida; vivo cada segundo como si fueran largas horas. Pero cuando vi a través de mi ventana las montañas y el cielo azul me provoco echarme a volar y me lancé por ella. Pero todavía mi mente no se había acostumbrado a mi nueva forma, así que comencé a caer porque no sabía volar. Pocos metros antes de estrellarme, por culpa de la gravedad, batí mis alas desesperadamente y lo hice, volé. Era maravillosa la sensación que sentía. El viento golpeaba todo mi cuerpo, yo luchaba contra él. Poco a poco me iba elevando más y más. Veía todo pequeño desde el sitio en donde estaba; volaba en círculos para ganar altura. Sin darme cuenta había llegado hasta las nubes, blancas masas de gas de infinitas formas. Volaba a través de ellas y sentía suaves caricias por todo mi cuerpo. Decidí lanzarme en picada como los aviones "kamikaze". Caía con una velocidad sorprendente. Aún no sabía como aterrizar, como posar mis pequeñas patas en las ramas de los árboles, así que caí fuertemente al piso pero no morí. Cuando por fin pude aprender viendo como lo hacían los demás comenzó a caer una terrible tormenta, grandes gotas de lluvia caían sobre mis plumas, sentía una brisa fría que se colaba a través de mis plumas. Veía brillantes relámpagos y escuchaba fuertes truenos pero aún así no tenia miedo. Ya no me asustaba la lluvia ahora me gustaba, me emocionaba y hasta me excitaba. Sin saberlo hacer de mi pico salieron armoniosas melodías. Mis largos cantos eran acompañados por otros pájaros quienes al igual que yo celebraban la llegada de la lluvia. Volaba de árbol en árbol en cada uno veía nuevos pájaros diferentes a mí, buscaba pájaros iguales a mí pero no lo encontraba. Ninguna raza me rechazaba, cada una me enseñaba algo nuevo, aprendí a cazar, la comida se había vuelto el problema principal, ya no me preocupaba trabajar y ganar dinero porque la comida era gratis. El precio ya no era dinero sino esfuerzo y dedicación. Ese día comí tantas cosas diferentes, frutas e insectos que yo nisiquiera conocía. Cada bandada, cada raza me enseñaba un hábito alimenticio distinto, una nueva forma de encontrar comida. Ya no me interesaban los nombres de la frutas que probaba, hasta había olvidado mi propio nombre. Veía sus hermosos colores, eran nuevas para mi; cada una con un sabor distinto, con una forma diferente. Mi vida era errante, no me quedaba en un mismo sitio por mucho tiempo. Viajé a tantos lugares lejanos, llegué a los lugares más remotos del mundo. Me posaba sobre los árboles y deleitaba a todos los animales con mi música, incluyendo a los odiosos humanos que me escuchaban pero que no me podían ver. Ahora me guiaba por mis instintos de supervivencia y no por lo que yo pensaba que era verdad. Pasaban los días, dormía acompañado de las estrellas y amanecía tan cerca del sol que sentía sus rayos sobre mis plumas. Aunque yo no lo sabía, mi viaje no era por diversión sino por la búsqueda de procrear con otro pájaro igual a mí. Ese era mi único propósito en la vida, reproducirme para así conservar la raza. Esa era la única forma de mantenerme vivo por siempre. Yo sería mis hijos y ellos serían como yo. Mi vida estaba llena de peligros, nadie quería robar mis pertenencias atracándome. No tenía posesiones, lo único importante era mi propia vida. Los depredadores se habían convertido en la amenaza principal. Ellos querían comerme para así mantenerse con vida y seguir el terrible ciclo “matando para vivir”. Pero eso no me preocupaba; mi vida era feliz, vivía plenamente cada día de mi vida. No me interesaba el mañana porque era incierto y el pasado ya nisiquiera lo recordaba. Era libre de hacer lo que yo quisiera, ir a cualquier sitio si me provocaba. El día menos esperado, en unos de mis viajes por el mundo fue que la vi. Ella era casi igual a mi solo que su cabeza era roja y la mía amarilla. Decidí cortejarla inmediatamente para que no se escapara. Empecé a cantar como nunca lo había hecho; no sabía cual eran las notas correctas, nadie me había enseñado eso jamás. De mi pico salía la más armoniosa melodía, una maravillosa música que nadie había escuchado antes. Creo que le gusto y acepto mi cortejo. Y fue con esas agudas notas que conseguí mi deseada pareja con quien procrear. Me monté sobre sus alas y sentí la sensación más hermosa de todas, la de crear vida. Decidí buscar ramas para así hacer un nido en donde se pudieran nacer mis crías. Pero fui atrapado por una ingeniosa jaula en el suelo y no pude escapar. Volaba hacia todas partes intentando inútilmente de salir, cantaba pero nadie me podía ayudar. Luego de mucho tiempo me resigne a no poder escapar; llegaron dos hombres vociferando en idiomas extraños. No se a donde me llevaron, pero veía a mi alrededor miles de pájaros en mi misma situación, encerrados sin poder salir. Luego me llevaron a una casa desconocida, guindaron mi jaula en la pared y me hablaban como si fuera otro humano. Ahora no cazaba sino que agarraba semillas de alpiste de un aparato. Ya no tomaba agua de lluvia ni en charcos sino que lo hacia de otro aparato. En las noches yo quería dormir viendo las estrellas, pero los humanos me ponían un manto sobre la jaula. Ya no era feliz, me habían arrebatado mi libertad. Volaba y volaba pero siempre me chocaba contra los barrotes de la jaula. Tenía una horrible caja de madera en donde dormía. No podía escuchar los cantos de otros pájaros así que más nunca volví a abrir el pico para armonizar con mis hermosas melodías. A los pocos de días de encierro no aguante y perdí la vida, creo que fue de rabia, frustración y tristeza. Sacaron mi hermoso cuerpo sin vida, lo pusieron en una bolsa y lo botaron como basura. Creo que pocos días después me remplazaron con otro desdichado pájaro… |
Texto agregado el 13-03-2004, y leído por 347 visitantes. (0 votos)
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