sábado. tarde. calor. calor. mi pais de hierba y agua en una sarten. Febo despistado esparciendo su tesoro por mi viejo pais. aborrezco este calor. lo aborrezco más todavía si ocupa la tarde, si mata, juguetón el, la suave brisa del atlantico. no me gusta el calor cuando se echa a descansar sobre mi verde tesoro, sobre los suaves pechos poblados de bosque y magia. el calor, de la mano de su inseparable amante la humedad, me aniquila. estoy enfermo. y soy hipersensible tratandose de nieblas y brumas y cambios de tiempo. llevo un hombre del tiempo en cada rodilla. y una chica del tiempo, ligera de ropa y asombrosamente pequeña y enganchada a las isobaras, en las cervicales. así pués, amo el olor de mi tierra. amo su historia y amo y sueño batallas y magia sobre el perfil de mujer de las lomas llenas de historias. también pienso en el oprobio sufrido durante siglos. y lo siento en mi corazón cuando cierro los ojos. veo al campesino indefenso, al pescador que vive jugandose la vida cada dia. los ojos se me llenan de pena y de calor. y me vuelvo loco. el calor me vuelve loco. me impide la coherencia. que, por otra parte nunca tuve. me incendia el corazón y los bosques. me vuelvo un hijo de puta que mataría tanto pirómano y tanto cabrón que vive en los libros de historia. y que vive hoy, siendo tan cacique y traidor, que vive del pueblo, dandole la espalda y vendiendo en madrid o en bruselas el futuro de los hijos de esta tierra. entonces, mi cabeza empuña espada y carga su ira contra los sagrados antepasados cuyo recuerdo se enterró antes incluso que sus cabezas cortadas. hablaba del calor. ese calor que generosamente destiñe nuestro verde y roba el aroma virgen de la tierra humeda. y sin embargo he de irme muy pronto al sur. al calor. allí donde las tres de la tarde equivale a la definición exacta del calor...