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He visto muchas cosas este día. De eso de trata, de ver y escribir lo que se ve, siente, presiente, alucina, sueña, etc. No quise hacer esto por esta vez. Decidí irme a dormir, mis ojos se quemaban, rojos como ratón blanco. Cogí un gotero y me lo eché a los ojos. Me fue pero, todo se hizo verde o azul. Pobre de mí, pensé. Apagué las luces y me zambullí bajo mis mantas. Traté, sí, traté de dormir, pero, mi mente, esa cuerda que no cesa de jalar cuando se le da su gana, me arrastró como un perro hacia mi máquina de escribir. Las luces no las prendí. Las luces de la pantalla ayudaron. Conté una historia de niños. Uno entraba a un baño y encontraba a su madre sentada en el baño. Ella le botó, mediante un grito y el rollo de papel higiénico. El niño salió pero se le quedó esa imagen. Su madre jalándose sus pendejos, y esa herida en medio de esa cosa negra, le hipnotizó. El otro chico estaba sentado en el techo de su casa cuando vio a dos perros que se metían en un basural. Uno de ellos sacó un trozo de algo rojo sangre. El otro cogía un plástico. Y cuando ambos estuvieron frente a frente, dejaron cuanto hacían. Empezaron a gruñir y de un zarpaso se trenzaron como dos matas de dientes. Bulla, mucha bulla, tanta fue que una señora vecina salió con una escoba y partió en dos a esos perros enroscados... El chico no desvió su mirada de uno de los perros, el más negro. Le vio y se dio cuenta que iba a volver, y volvió apenas la vecina entró en su casa. Caminó lentamente, como un guerrillero y cogió el trozo de carne... Luego, se lo tragó, y se fue. De pronto vio que el otro perro, pinto él, retornó al mismo lugar y vio el pedazo de plástico. Lo cogió y se fue con su juguete. El frío aumentó y el chico decidió bajar del techo, rumbo a su cuarto. Entró y vio a su hermano con su sexo en sus manos, como investigándose, conociéndose. ¿Qué haces?, preguntó. Nada, dijo, nada... ¿Tú tienes pelos en tu cosa?, le preguntó. No, ¿por qué? Nada, nada, sólo quería saber... Apagaron las luces y ambos quedaron dormiditos, soñando casa cual en sus vivencias o sueños. Eso es lo que escribí hasta que un bostezo me ayudó a soltarme de la máquina de escribir. El cuello me dolía y caminé hasta enterrarme bajo mi cama y mis mantas. Luego, dormí, soñé y seguro que mañana despertaré. |
Texto agregado el 08-07-2007, y leído por 220 visitantes. (0 votos)
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