"De aquí a un incierto momento me he convertido en un solitario." Eso suena bien, mejor que decir simple y llanamente que me he quedado solo. Decirlo tan secamente -admitirlo con tanta sinceridad- abruma, así que me quedo con la palabra conversión y mato dos pájaros de un tiro, porque de este modo, además de suavizar mi situación, encuentro una pequeña fuente de ánimo o un resquicio de luz entre tanto negro que me rodea.
En el fondo sé que sólo se trata de autocompasión, un mecanismo de defensa inconsciente que es inherente a mí desde pequeño. “Tú puedes, en realidad tú habrías podido, sólo fueron las circunstancias, ya sabes, que no eran propicias, que lo trastocaron todo, que no ayudaron más que a la caída. Tal vez un guiño del destino, nada más. Tú hubieras podido y lo sabes”. Como siempre, sí, lo sé, y mientras me lo creo sonrío porque también sé que no es del todo cierto o que al menos pudiera no serlo.
Me gusta jugar con condicionales, remover los hechos hasta dejarlos sin sentido entre largas cadenas de suposiciones. Enlazar posibilidades que ni siquiera me convencen pero que dan pie a un paso más, un eslabón, uno más, otro no vivido ni estudiado a fondo, sólo esbozado sin esmero con el único propósito de ser el enganche del siguiente, ese que continua la cadena infinita que me hará perder entre tanta frase y tanta pregunta y tanta retórica que ni da hambre ni alimenta. De todas formas, en definitiva, la culpa nunca se queda con uno y la tiene siempre otro, y en el fondo, lo correcto, la perfección, resultaría de decir bien alto que de aquí a un incierto momento me han convertido en un solitario.
El mundo me hace daño y yo me alejo. Considero que es una respuesta bastante aceptable para alguien que nunca dejó de ser cobarde y que, sin embargo, de alguna forma debe continuar adelante. Un paso más hacia.
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