Dancé con lobos a la hora del ocaso,
injurié a mi hermano cuando todo estaba blanco
Besé los labios del pecado cuando vestía de luto.

Los ojos se me cerraron poco a poco
la vida pasó como una pelicula
me entregué a una historia que nadie quería conocer
acepté el reto de la vida tras la muerte
deambulé sin destino parada sobre un riel,
esperé la muerte al estar muerta.

Mis venas se abrieron
y la muerte lamió la sangre,
besó mi cuerpo y gritó en mi cabeza,
nadie acudió a mis gritos de auxilio
(todavía no sé si grite)
El placer morboso de entregarme al dolor,
de sentir el ardor de sus dedos fríos
con mi cuerpo de lamia frustrada.

El letargo bajo los huesos,
el alma enredada a un cayado
soy la serpiente que espera atenta,
la presa que nunca llega,
el hambre se acentúa en mis ojos
la sangre fluye de nuevo,
podrida y negra
y ella... la señora que todos temen
vuelve a amarme,
como si mi vida fuera suya,
y yo fuera su muerte.