A Carlitos su nueva vida le deparaba días inolvidables y felices, muy lejos estaban aquellos otros que su memoria tercamente se negaba a desechar, colmados de hambre y frustración. Por vez primera en el transcurso de su corta existencia Carlitos se sentía verdaderamente libre y dichoso, pero no todo se limitaba a juegos y risas estaba también la escuela y él sentía que se ahogaba entre esas cuatro paredes repletas de niños molestos y ruidosos, su espíritu independiente le reclamaba a gritos su perdida libertad, pero nada podía hacer al respecto, ya que era parte del trato que había hecho con Vicky y Tito y por nada del mundo se hubiese atrevido a romperlo, los quería demasiado como arriesgarse a decepcionarlos.
-Tenemos confianza en vos Carlitos –le había dicho Vicky su primer día de clases- y estamos seguros de que no nos vas a fallar.
Enfundado en su impecable guardapolvito blanco, portando su mochila colmada de útiles sin usar y de los que en su gran mayoría ni siquiera conocía su utilidad, se encamino al colegio tomado de la mano de Vicky, Tito los acompañaba aquel día, ambos habían pedido permiso en sus respectivos trabajos para llegar mas tarde, ninguno se quería perder aquel primer día de clases lleno de promesas y emociones nuevas.
Carlitos caminando en medio de ambos se sentía un tanto extraño, con su uniforme impecable y sus noveles útiles, eran el vivo retrato de la felicidad, si alguien les hubiese tomado una foto en ese momento, seguramente hubiese quedado para la posteridad como ejemplo de una familia modelo.
Los primeros días de escuela para Carlitos fueron sinónimo de suplicio, sumas, restas y libros llenos de signos incomprensibles, que la mujer parada al frente con un uniforme parecido al suyo se empeñaba en hacérselos descifrar -sin mayor éxito por cierto-. Luego mas sumas y mas restas y por si esto fuera poco, una mañana la torturadora profesional atrincherada tras su sonrisa amarreta, lo recibió con multiplicaciones y divisiones, “que si tengo cinco chicos y les doy dos caramelos a cada uno cuantos caramelos necesito”. “Eso es fácil” y comenzó a aglutinar sus dedos en un montón y por suerte para él los dedos le alcanzaron.
-No Carlitos –lo reprendió la arpía de uniforme con una sonrisa disipada- multiplicando no sumando.
Pero aun no conforme la verdugo refino la tortura.
-“Ahora si tenemos ocho caramelos y los repartimos entre dos niños ¿Cuántos les toca a cada uno?”.
Carlitos se quedo indeciso mirando sus dedos con horror, ¿qué haría ahora se los cortaría?
Abismado entre signos indescifrables y operaciones que escapaban a su comprensión los días a Carlitos le resultaban monótonos e interminables y por si con la escuela no bastara allí estaban Vicky y Tito para prolongar el suplicio.
-Carlitos es fácil –le decían- solo tenés que prestar un poco mas de atención vamos de nuevo.
Por momentos Carlitos añoraba su pérdida libertad, a sus amigos de la calle, que por suerte eran muchos y aun a sus enemigos, sobre todo “al pecas y su pandilla” ¿Qué seria de ellos? Seguramente seguirían en lo mismo mendigando y rapiñando cuando la ocasión lo ameritara. Mientras estuvo en la calle el cuidarse de ellos lo mantenía mentalmente despierto, en cambio ahora en la escuela se aburría mortalmente y al fin terminaba durmiéndose.
-Señora perdone que la haya citado –se disculpo la maestra- es que no se que le ocurre a Carlitos.
-¿Sucede algo malo? –pregunto Vicky alarmada.
-Es que esta siempre muy distraído y hasta se duerme en clases, no se… -se interrumpió indecisa- quizás no este descansando bien por las noches.
Vicky quedo muy preocupada por lo que la maestra le había dicho, pero antes de hablar con Carlitos prefirió consultarlo a Tito.
-Estoy realmente asustada –le había dicho esa noche después de la cena, mientras Carlitos sentado a la mesa del comedor intentaba malamente completar su tarea- verdaderamente no se como manejar la situación.
Esa mañana se había sentido a la vez extraña y feliz cuando la maestra la llamo “señora”, a pesar de las circunstancias especiales en las que vivían ella se veía así, “como la señora de la casa” responsable por el bienestar de esa cuasi familia que le había tocado en suerte, pero el problema con carlitos la había superado.
-Tenemos que tomarnos las cosas con calma – le había dicho Tito después de escucharla- todo esto es muy nuevo para los tres, pero sobre todo para Carlitos y va a necesitar tiempo para adaptarse.
-¿Y que vamos a hacer mientras tanto?
-No te preocupes que yo voy a hablar con él “de hombre a hombre”.
Después de su conversación de “hombre a hombre” con Tito Carlitos comenzó a mejorar en la escuela y a tomarse las cosas con mayor responsabilidad. El que Tito le dijera que Vicky estaba muy triste porque la maestra la había citado, calo muy hondo en su corazón, así que luego de su charla se fue a hablar con ella que trajinaba en la cocina con los cacharros de la cena y abrazándola, le prometió entre lágrimas, poner todo su empeño para mejorar y que ella se sintiera orgullosa de él.
-Estoy orgullosa de vos… ambos lo estamos – le dijo con los ojos acuosos por la emoción- solo que estoy preocupada, si algo te pasa quisiéramos que nos lo dijeras sino no podemos ayudarte.
-No quiero que estés triste por mi culpa –le dijo con vos acongojada- voy a estudiar mucho y portarme bien.
En ese momento Vicky lo abrazo fuertemente y ambos terminaron llorando a moco tendido ante la mirada emocionada de Tito.
Después de todo pensó, esa pequeña tortura entre los libros y retos de su maestra tenia su compensación, el amor y protección que le prodigaban y el pequeño paraíso en el que ahora vivía bien valía el sacrificio, al fin su sueño de una familia propia se había concretado y por nada iba abandonarlo voluntariamente y si el pago por vivirlo era asistir a la escuela así lo haría sin dudas.
Con un escalofrió que le recorrió la espaldas Carlitos evoco su pasado inmediato, cuando por las noches iba en busca de refugio debajo de la autopista, en esa su vida anterior cuando los días se le hacían interminables y las noches eternas. Muchas veces se perdía a propósito entre las poco frecuentadas calles del bajo, buscando esa soledad que acompañara a sus recuerdos mas lejanos de esa niñez feliz que nunca tuvo, con la fútil esperanza de que si los pensaba y repensaba quizás al fin se convertirían en realidad, como en esos partidos de fútbol que veían con Tito, en el que las jugadas de gol las repetían una y otra vez y entonces pensaba que en cada nuevo replay la pelota al fin seria atrapada por el guardametas, pero su arquero era mucho mas eficiente que los de la TV. y contenía cada recuerdo con una eficacia inapelable, gambeteando sus sueños, hasta al final dejarlo con esa sensación de derrota que le era imposible remontar a pesar de todos sus esfuerzos.
Cuando pensaba en aquellos que aun permanecían en la calle, el corazón se le comprimía hasta parecerse al de un bebe, se le achicaba al unísono con su rencor y entonces vivía el desamparo de los otros como si fuera el propio y terminaba perdonándoles todas las vejaciones a las que lo habían sometido, burlándose de él, persiguiéndolo, maltratándolo, porque en su nueva condición de “chico normal” “con una familia normal” dejaron de importarle y es muy fácil otorgarle el perdón a aquello que ya no nos importa.
Durante gran parte de su existencia, aun a pesar de la precariedad de su situación, Carlitos se había sentido un buen jugador, porque era conciente que la mayoría de las veces la vida no otorga buenas cartas y es entonces cuando se revela la verdadera pasta del jugador, porque lo que queda entonces es “blufear” y el siempre supo hacerlo con maestría inigualable, era un competidor nato, un sobreviviente que no se entregaba aunque supiera que los demás jugaban con cartas marcadas, ante sus burlas se creo una historia, ante el mal trato se creo una coraza de indiferencia, ante la falta de amor lo busco con ahínco y al final obtuvo su recompensa, en su ultima jugada lo aposto todo y gano, porque Carlitos tiene lo que a otros les falta, el instinto de jugador, y esto no es ni mas ni menos que la base del éxito.
Carlitos no era más que un pichón que poco a poco iba cambiando sus plumones y que provisto de su novel plumaje procuraba rumbear por la vida, pero esta vez con un nido que le servia de plataforma, unos padres, que aunque postizos, lo guiaban y lo protegerían de una eventual caída y cuando esta se produjera, cosa que seguramente ocurriría, restañarían sus heridas con una medicina infalible, “el amor”. Unos padres que se sentarían con él frente a frente para orientarlo con sus consejos, como ocurría cuando sentados a la mesa de la cena se contaban mutuamente sus vivencias diarias y cada uno se interesaba por las cosas del otro y no solo se veían la caras, como a otros les ocurría, porque había una mesa entre ellos.
Día a día Carlitos aprehendía las nuevas reglas que la convivencia le imponía, muchas veces temía no poder con ellas y el miedo lo acometía, sobre todo temía fallarles, y se perdía entonces entre peligros ilusorios e irreales que enturbiaban su entendimiento, hasta que un día sus sentidos tuvieron una sublevación radical y lleno de depurado coraje se propuso una redención “ya basta de estupideces”, paso entonces horas interminables discutiendo el plan consigo mismo. “Era un negocio que tenia que prosperar” la felicidad de los tres estaba sobre el tapete y el no estaba dispuesto a echarla a perder. Hasta que al fin emergió del limbo de su conciencia tan vacío de ideas como falto de decisión, por lo que lo único que le quedaba por hacer, era continuar su camino como hasta el presente, con el convencimiento de que el tiempo todo lo puede y que al fin adquiriese el coraje necesario para enfrentar su destino.
Carlitos estaba molesto consigo mismo, era conciente de que no estaba aportando lo mejor de él para que esta nueva familia prosperara y lo empeoraba todo con su impaciencia.
-Le pido disculpas por haberla vuelto a citar –le dijo la directora señalándole la silla frente al escritorio.
-Esta bien no se preocupe – contesto Vicky intranquila.
-Sabemos por sus dichos que Carlitos tuvo una mala infancia –comenzó a decirle apenas se sentó- y en vista de eso, tratamos de ser tolerantes pasando por alto a veces conductas inapropiadas de su parte, pero esta vez se excedió.
-¿Qué fue lo que ocurrió? –interrogo Vicky inquieta.
-Comenzó una pelea en uno de los recreos y uno de sus compañeritos salio bastante lastimado, como comprenderá es una conducta que no podemos tolerar.
-Comprendo, aunque me extraña que Carlitos haya reaccionado con violencia, no es en sí un chico violento ¿esta segura de que no existió alguna provocación previa por parte del otro?
-Si la hubo y el otro alumno ya ha sido reprendido por ello, además cite a sus padres y les encarecí para que esto no se volviera a repetir.
-Sabia que algo grave tuvo que suceder para que Carlitos haya reaccionado así.
-Estamos de acuerdo en eso, pero como comprenderá esto nos ha dejado en una difícil situación, los padres del otro chico han presentado una queja formal por el incidente, por lo que me temo que si algo así se vuelve a repetir, no me va a quedar otra alternativa que tomar medidas disciplinarias.
-La entiendo perfectamente pero a la vez le pido comprensión –dijo Vicky defendiendo a Carlitos como una leona a su cachorro- es un chico muy sensible y hay cosas de su pasado que lo lastiman mucho y por lo que Carlitos nos cuenta muchas veces sus compañeros se ensañan con él al recordárselas.
-Estamos tomando medidas en contra de eso señora y tiene mi palabra de que haremos todo lo posible para que no se vuelva a repetir –concluyo la directora poniéndose de pie.
Esa tarde apenas Tito regreso de su trabajo vicky le contó lo sucedido y luego ambos hablaron con Carlitos, este los escucho compungido avergonzado por su intempestiva reacción y prometió dejar de prestar atención a las burlas de sus compañeros. Todos de alguna manera cuando nos enojamos, dejamos de ser nosotros mismos para convertirnos en quien no queremos, el traicionero y subterráneo Mr. Hide que llevamos dentro pugna por salir, abriéndose camino a manotazos y por un momento nos domina apoderándose de nuestra voluntad y nuestra razón y eso es lo que le había pasado a Carlitos cuando el otro lo llamo “guacho de mierda”. Le recordó en un instante todo aquello que quería olvidar, toda la soledad y angustia que quería erradicar de su corazón y como no tenia alma de petimetre Carlitos reacciono y toda esa bronca contenida en años de sufrimiento callado se acumulo en su puño y la espetó sobre el rostro del otro y la sangre de su nariz aplaco su rabia y la sensación de paz que lo embargo trajo redención a su alma y paz a su corazón.
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