Marqué un sendero con mis labios sobre el extenso territorio de tu piel. Un rastro que habría de durar. Y mientras me velabas, soñé con cosas eternas; como ese abrazo de fuego con el que me abrigarías noches enteras. Nada mejor que tu piel para darse cuenta de cuándo hace frío de verdad y cuándo, en realidad, es que te estoy necesitando. Silencio, es de madrugada. Me despierta tu voz, pidiendo, exigiendo, indicando dónde y cómo sigue esta ruta.
Texto agregado el 07-07-2007, y leído por 101 visitantes. (2 votos)