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Inicio / Cuenteros Locales / motoneta / Malvinas:secuelas de una guerra absurda

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La noche estaba plateada como el aluminio, y ellos estaban sentados en la orilla de la laguna con los pies tendidos. Cuatrocientos kilómetros en auto para disfrutar de un fin de semana de ocio, de pesca y asado, y esas charlas que sólo pueden efectuarse en un clima apropiado.
Todo estaba calmo y distendido: Se intercambiaban anécdotas de juventud y esos cuentos graciosos de otros pueblerinos, que siempre son moneda corriente en alguna reunión amistosa. No obstante cuando los refucilos empezaron a visualizarse, los cuatro depositaron la mirada en él: en José Luís “el flaco”, que comenzaba a temblar de pánico ante los primeros estruendos.
Él vive la vida con total armonía; trabaja en el servicio penitenciario en la parte de producción de lácteos, pasa por el club las medias tardes a disputarse alguna partida de mus y realiza un excursión ociosa por los negocios de sus amigos. No es habitual ni fácil descubrir atisbos de nostalgia y tristeza en sus estados de ánimo; por lo menos se lo nota vivaz, enérgico en los cruces espontáneos y afortunados por las calles del pueblo. Pero sin embargo cuando la tormenta se dibuja en el cielo como una colina gigante de nubes grises, y los relámpagos comienzan a preanunciar una secuencia de explosiones graves: Malvinas vuelve a congelarle la piel, retornan los días de hambre y de frío, donde el viento feroz se conjugaba con los bombardeos frenéticos del acontecimiento bélico.
Y eso fue la bomba que irrumpió con la paz de la noche. El viento empezó a soplar con mayor intensidad con un zumbido grave proveniente del sur, y los truenos empezaron a crujir con un sonido tétrico que lo dejaron atónito en la banqueta, con la expresión temerosa en el piso y la mirada fija en un punto distante y remoto. Nadie hablaba, y él parecía congelado en la crudeza de la noche, sufriendo una parálisis que los transportaba a esas escenas que pretendía mitigar de la memoria pero que volvían para apoderarse de él como un cáncer maligno que se desparrama por el cuerpo.
Sus amigos estaban boquiabiertos, quizá organizando alguna frase coherente y aliviante para salvar “al flaco” de ese autismo eterno; pero quietos e inmóviles de incapacidad y asombro: porque jamás se les había ocurrido imaginar cuánta presión provocaría una guerra, porque jamás se despertó el interés social por un episodio nefasto donde los protagonistas fueron pibes de barrio destinados a morir por un sistema político en estado vegetativo.
“El flaco” despertó de golpe de un sacudón de ese insomnio extraño. Se paró, miró a los ojos impávidos que lo apuntaban y señaló que no aguantaba ni un minuto más en el lugar: “tengo que ir a mi casa a dormir… para dormir en paz” dijo entre dientes con la mirada desgarrada de miedo, como un nene que no puede conciliar el sueño y tiene que dormir con sus padres. Nadie respondió nada, todos atinaron a levantar campamento y guardar las pertenencias en el baúl del auto, mientras el flaco se desparramaba en el asiento trasero del vehículo con las manos en los oídos para silenciar esa música tétrica de guerra.
Nadie comprendía con exactitud las reacciones raras del flaco; y tampoco nadie se animaba a preguntarle nada. Se viajó sin frenar, hablando en voz baja de a ratos, para no precipitarlo, para no estorbar ese silencio que él mismo procuraba tapándose los oídos con la impotencia de impedir la filtración de un dolor irremediable.
En el viaje sufrió la guerra; sufrió los cascotazos de nieves azotándole la espalda en el ruido seco que producían la lluvia en el parabrisa, padeció el frío bajo cero del sur en la ventanilla trasera que le enfriaba la oreja dejándola inerte y sorda de la realidad y soportó los truenos y rayos que golpeaban la noche en forma de bombas que caían próximas a su trinchera. Por horas sólo pensó en eso: no pudo focalizar en otras imágenes, sólo transcurrían escenas tortuosas que se reproducían de la misma forma que en aquel Abril del 82.
El pensamiento fue por horas una herramienta masoquista de dominación que lo dejó anclado en las islas, manejándole la sensibilidad como si la mente no iniciara movimientos y sensaciones corporales.
Lloró sin darse cuenta cuando volvió a ver de forma tan fidedigna esas caras que nunca se olvidaría, esos heroicos soldaditos que murieron por la patria, y sobre todo aquél…ese amigo del alma que descubrió en la guerra y que la guerra misma lo suprimió de la vida como un mero acto de magia.
Hizo fuerza, y apretó los ojos con violencia como instando a tergiversar la historia, atinando transformarla, pero se despertó sudoroso en la puerta de su casa con su mujer en la puerta esbozándole una sonrisa de bienvenida.
Se levantó con ese pesimismo de la frustración del sueño, con ese dolor en el pecho de un balazo que le devolvía esa verdad destinada a ser verdad para siempre: “nos volvemos a casa, hemos perdimos la guerra”, balbuceó suave esa frase que había empuñado en puño y letra para mandar a su madre, días después del 14 de Junio 1982 cuando el General Mario Benjamín Menéndez informó al gobierno británico la rendición de las tropas Argentinas luego del aniquilamiento de las últimas filas de infantería.
Bajó del auto aturdido y saludó con un gesto a sus amigos que emprendían viaje con bocinazos de despedida. Entró a los apurones y cerró todas las persianas para amortiguar el ruido. Se sentó en la cama y luego de unos segundos de inmovilidad observando el techo, se puso la remera de su amigo que extrajo de su armario sagrado y se sumergió en la cama de su hija: de Malvina Soledad, la única que le podía devolver la paz que necesitaba cuando volvía la guerra, la única que podía torcer la Historia. En una hora se durmió y ya no le dolió el balazo en el pecho.

Texto agregado el 07-07-2007, y leído por 1560 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
09-07-2007 Acaba de conmoverme y reconfortarme bastante el saber que, a 3000 km de aca, uno de los lugares donde más se vivió todo el asuntillo propiamente dicho, haya habido alguien tan joven y con una visión tan clara de las cosas como fueron... Desde Tierra del Fuego, mis felicitaciones a vos por este texto, un "gracias por el arte" y un "te sigo leyendo en tu blog". saludos, y a darle para adelante nomás. CK, dra_katz
07-07-2007 Mis plácemes por la escritura, de primer nivel. Respecto al contenido, me resulta doloroso opionar una vez más sobre este tema, producto de la soberbia y la estupidez humana. Que morirá con el hombre, y que lo hará morir definitivamente también. Salú. amalioreyes
 
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