Gregory no sabìa que le pasaba. Ya eran dos semanas desde que estaba en aquella situación. Dos semanas de miedo, dos semanas de ansiedad, dos semanas encerrado en su pequeño apartamento viendo cualquier programa que apareciera en la televisión, en el mismo canal.
¿Pero, como diablos sabìa Gregory que ya habìan pasado dos semanas?.Simple, Gregory ya no tenìa mas galletas de chocolate; doce paquetes de cinco galletas, las cuales eran el ùnico sustento de Gregory, y no, Gregory no se alimentaba solo de eso, no señor, nuestro amigo es un amante de la comida solo que las galletas eran el unico alimento que le quedaba. Asì sin mas, Gregory se veía obligado a salir una vez mas del departamento para comprar comida, pero el simple hecho de pensarlo le enchinaba la piel.

Gregory era un chico normal, un chico de 23 años que fue empujado a la fuerte corriente de una vida que no se detiene para nada ni para nadie, y Gregory fue empujado a la zona mas profunda de esa vida, y Gregory no sabìa nadar.
Solo, sin haberlo pedido y aun sin haberlo aceptado, asì vivìa Gregory, tan solo que en esas dos semanas pudo haber consumado sus intentos de suicidio y nadie se habrìa dado cuenta, hasta que a su mas ìntimo amigo se le hubiera acabado el dinero que le habìa prestado Gregory dìas antes, eso o hasta que su vecino se percatara del hedor de su cuerpo descompuesto. Los padres de Gregory habìan muerto y eran las ùnicas personas que Gregory tenìa en ese paìs, no hermanos, no tìos, no nada. Gregory quedo huerfano y con una gran fortuna en sus manos, una fortuna que no valìa la pena sino tenìa a alguien con el. Ah si, y amigos, Gregory tenìa miles de amigos y una bellìsima novia, pero eran para Gregory lo que el hambre para el satisfecho.

Gregory revolvìa en su mente la idea de ir al supermercado por mas comida, pero sentìa un miedo inmenso. Aùn se preguntaba porque le daba miedo salir a la calle, tal vez las personas le daban miedo, tal vez tenìa miedo de que alguien lo asaltara o asesinara, asì sin mas; tal vez tenìa miedo de que al caminar la gente hablara de el, tal vez tenìa miedo de hablar con alguien, era todo eso y màs. Ya hacìan dos semanas desde que Gregory habìa ido por ultima vez a la universidad, el trayecto a su departamento se le hizo eterno, pensaba que en cada esquina alguien lo seguìa, y al llegar a su hogar no quiso salir màs, ni siquiera a comprar su dotaciòn semanal de cristal, la cual por cierto tambièn se estaba terminando, solo quedaba un sobrecito màs, suficiente para tomar valor e ir por la comida o para escapar de su realidad y esperar a que el tiempo decida por el.