Estoy otra vez, en la misma silla en que te conocí, sentada, únicamente pensando en ti, esta vez un poco mas loca, después de Pizarnik, ¿qué más da?…

El tiempo parece aniquilarme, mas demoníaco que de costumbre, bajo las canciones de Calamaro y los versos de Jaramillo, comprendo lo que aquella noche me decías con tu llanto. –se pasea tu recuerdo- el de esa tarde que te vi partir, unos cuantos carros me esperaban y muchas horas de dolor buscaban mi cuerpo.

Aquellos años que pasaron sin verte descubrí que no fueron años de vida, bebía desesperadamente buscando amor, mientras el tiempo se convertía lentamente en la misma mentira que es hoy, un engaño casual que me empuja a recordarte. Cada segundo es mi enemigo, una venenosa trampa que no me permite levantarme de la húmeda cama en la que solo duermen mis sueños. Pareces una línea color rosa que se dibuja en las paredes de mi estrecho cuartito. Una línea gruesa que se expande por los tugurios de este fatídico hogar, ese que dejaste una noche, no sé cual, alguna de esas noches que te postrabas en mi cama y dormías con él estando yo a tu lado… Eres una tormenta que trae huracanes, y yo una estupida muralla que suplica no caerse en medio de la tempestad… y entonces ya ¿qué más da? Si tú estás allá lejos de mí… como diría mi buen amigo… no quiero que pierdas tu magía, esa bonita sonrisa… te dejaré ir por fin…