Lo que el individuo humano necesita para vivir y acomodarse en un planeta ocupado magistralmente por insectos hasta el punto de no darse cuenta de ello es mínimo: basta con interesarse mucho por el dinero. Ello lo concentra en un aspecto minúsculo de su posibilidad, pero le otorga lo que Freud denomina motilidad (que no es más que el saber moverse aquí y ahora en este mundo). Hemos de entender, todos, buenos o malos, cuerdos o locos, que la necesidad absoluta requiere de una Distracción. La necesidad absoluta logra hacer el milagro de que lo carente de toda significación (un papel, un metal, una piedra) obtenga la significación absoluta y única ante la cual todo otro aspecto de la existencia queda secundario. ¡Poetas tristes los que hablen de tristes inventos de los hombres!... No es invento de los hombres, es obra de Dios!

Ahora bien: El Señor es lo que yo invoco en mí, que es Mi Padre (Él). Pero Dios encierra otros misterios… entre ellos el primordial, ahora, consiste en esta ocupación de los insectos sobre el plano perceptual y, principalmente, en la manera en la que todos buscamos distraernos desesperadamente de ello, obedeciendo así vaya a saber Dios a qué.

Antes de nosotros, los humanos, los insectos han logrado realizar un magnifico salto dimensional (los indios poseen conocimientos totémicos) (los humanos también han sido capaces de realizar saltos dimensionales, pero no hay prueba de ello aquí). El contenido es la materia capaz de trasvasarse de formas.