El mundo de los contenidos está compuesto de Aire, Fuego, Tierra, etc.

El Agua remite a sus poderes, igualmente lo hace el Éter.

Desde antes de existir los continentes existía lo contenido – por tanto lo contenido posee inteligencia, se adecua a lo que desea, es el inconciente. El inconciente colectivo es nada más y nada menos que las fuerzas de la naturaleza, el Éter es su inteligencia (materia prima propicia de toda evolución).

La evolución no ha sido más que la búsqueda de continentes.

Sin embargo, en la lucha del espíritu por la materia, los insectos nos llevan una morena, basta con interpretar – fácilmente en las ciudades – lo que nos rodea alrededor… nos han utilizado para construir su mundo en grande de manera fehaciente, absoluta, total.

Fuego: Porque todo propósito santo se anula en una llama.

Aire: Porque nuestro único recurso ciego (que lo es) consiste es en obedecer [Lamento por quienes piensan que el teatro esgrima una pieza humana – ese tiempo lo perdimos hace tiempo]. La Tierra es redonda y tiene muchos hijos.

Si el ser humano no existiese el mundo sería, ahora, insectos devorando flores – Somos transparentes.

Ardemos como llamas que suben como humo al Cielo.

Arriba las estrellas.