Estaba tranquilo almorzando solo cuando suena el timbre, me asomo y veo a un viejo ofreciendo "curitas", ya le empezaba a decir que no necesitaba cuando fijé mi vista en el, pequeño, encorvado, con una mirada triste y ausente como la que tiene el que ya nada espera de la vida, por supuesto le di unas monedas a cambio de un paquete de apósitos, y sentí algo que nunca antes había sentido, la impotencia de ver la injusticia que se abate sobre casi todos los que tienen la "suerte" de llegar a una edad avanzada y ver que una vida de trabajo y sacrificios para poco han servido, una magra jubilación, una mediocre atención médica, para lograr un turno muchas veces tiene que ir de madrugada para lograr un número para ser atendido, la sensación de ser una carga para la familia y si no termina como este viejo vendedor de curitas su familia lo deposita en un geriátrico a esperar el fin.
Y escuchamos a nuestros políticos rasgarse las vestiduras en discursos fatuos de promesas vanas.
Y esto sucede en un país donde todo sobra menos la honradez.