Hasta que la vida los separe
Estamos todavía escuchando esta frasea de un hombre ungido, ordenado y consagrado a Dios, de no importa que religión, al unir en matrimonio a una pareja: “hasta que la muerte los separe” porque se supone lo que Dios une, el hombre no debe separar.
No he visto hasta ahora, ni he leído en ningún libro científico, filosófico, religioso o de cualquier índole, que un Ser superior con o sin forma, material o etéreo haya bajado de no se donde, para unir a un hombre y una mujer en matrimonio. Más bien, dos personas del sexo opuesto (o del mismo) se sintieron atraídos entre sí, con el tiempo se casan y lo llaman amor.
Muchas veces es una amistad que por inercia a través de años de noviazgo culmina en matrimonio. En otras es el sexo que predomina y por ignorancia a eso también lo llaman amor. O quieren huir de un hogar paterno destruido, para formar uno propio, que al tiempo también se destruye.
Estoy hablando de las parejas jóvenes que ni por asomo saben lo que es el amor (muchos adultos tampoco).
Según el diccionario enciclopédico la palabra “amor” es definida como: a) inclinación vivísima del alma hacia lo bueno, lo bello y lo verdadero, b) afecto, sentimiento que os mueve a buscar lo que parece amable y a desear su posesión, c) pasión, inclinación de un sexo hacia el otro, d) veneración a los mayores y a la patria (!), e) apetito o sed de placeres, y otras definiciones mas. Después está el amor propio, el amor platónico etc. La experiencia me ha enseñado, que casi la totalidad de las mujeres, no saben porque eligieron como pareja aquel hombre que creyeron ideal y único y que con el tiempo resultó ser un vividor, infiel, celoso, violento, mentiroso, egoísta, vago. O al contrario demasiado absorto en su trabajo, a tal punto que parece estar casado con el. No se explican tampoco, cómo con los años su proporcionado cuerpo con músculos en los bíceps, se transformó en grasa alrededor de la cintura y una barriga debajo de la cual se sostienen los pantalones con no se que arte o truco.
Tampoco él se explica como la esbelta figura de ella con un peinado donde cada pelo parecía tener su lugar asignado, se convirtió en la gorda descuidada que se acuesta con ruleros que esconde debajo de una red, para estar presentable al otro día en la oficina.
¿Exagero? Fíjese entre sus amigos o en su propio entorno. ¿Se miró últimamente al espejo? Y no solamente para afeitarse o peinarse. Parece ser, que después de 25 años de matrimonio (más o menos) las parejas se despiertan una mañana y no reconocen al extraño que compartió su cama esa noche, pues no tiene más nada en común con aquél o aquella que los hijos que engendraron juntos. Y cuando les pregunto porque se casaron, la respuesta es casi siempre la misma Los seres humanos no saben lo que es el amor. ¡AMOR con mayúscula! Es un sentimiento, me van a decir. Muy bien, estamos de acuerdo. Pero ese sentimiento no sólo difiere de persona a persona, sino también de una persona hacia otros. Por ejemplo: se puede sentir más hacia la pareja que a los hijos o viceversa. Hay otro sentimiento hacia los padres, hermanos, amigos etc. Por lo tanto, ya no se puede hablar de un amor en general, sino de graduaciones. La palabra “amor” ya está tan manoseada y mal usada que es normal oír decir “amo los panchos con mostaza” “amo a Bach”.
Tomemos una pareja común de novios que están parados delante de un altar, ambos sumamente nerviosos. Ella, toda en blanco, el color de la pureza (el sueño de toda su vida) aunque dejó de ser virgen hace tiempo o quizás esté ya embarazada. Él con un traje nuevo o prestado, según el estado de las finanzas en ese momento. Ambos al comienzo de los 20 años de edad. Creen firmemente que es el amor que los une. Una palabra cuyo significado desconocen. Lugo de una corta luna de miel, que se puede llamar un período de transición, comienza la ardua tarea de una vida en común.
De novios él venía de su propia casa, limpio y peinado, ahora ella encuentra el baño inundado después de su ducha, sus pelos en el jabón y tubo de pasta de dientes abierto. Jamás se le ocurrió preguntar, y la madre de él se cuidaba mucho en comentarle, que eso era una de las diarias discusiones que tenía con su hijo. Su esperanza era que una vez casado, la esposa lo podía hacer cambiar. ¿Acaso el amor no lo puede todo? ¡Craso error!
Él de novio venía a almorzar o cenar a la casa de ella, y su madre repetía “mi hija me ayudó a prepararla”, sin mencionar que la ayuda consistió en prender el horno y poner la asadera adentro. Por lo tanto, como la hija es tan “estudiosa o trabajadora” nunca tuvo tiempo ni ganas de aprender más que hervir huevos duros, hacer sándwiches y preparar café. La mueca que él hacia, cuando algo le disgustaba estando ennoviados, y a ella le parecía gracioso, una vez casada, le parece infantil e inmadura. Cuando de novia ella se sentaba en su regazo, que a él le encantaba, con los años le molesta porque no es transparente, y le impide ver un partido de fútbol en la TV.
Luego sucede lo inevitable; aparecen los hijos. Ella soltera quería media docena, que ahora con la realidad de la vida se achican a dos. Ambos tienen que trabajar más horas para costearles desde los pañales descartables hasta los libros de estudio una vez crecidos.
Pasan los años, el matrimonio lentamente se va desgastando por la rutina, los problemas cotidianos, el dinero que nunca parece alcanzar y las pequeñas cosas del diario vivir que lentamente ponen su granito de arena en el engranaje del matrimonio.
Él se absorbe cada vez más en su carrera o trabajo, ella comienza un estudio que siempre le atrajo y ahora que los niños ya son grandes…..
Y sin darse cuenta, el camino de la vida aunque empezado juntos, con los años se bifurcó tomando cada cual otro trayecto. Ambos maduraron en la lucha pero de distinta manera; con inclinaciones y objetivos diferentes. Aparecen juntos a fiestas y reuniones pero ya sus intereses están fuera del hogar. Hay otra mujer u hombre que les da lo que ellos creen necesitar. No se separan por los hijos, cuando ellos son pequeños, o por que ella no tiene dinero propio para poder vivir su vida tratando de buscar su felicidad, o por el miedo a la soledad. Algunas logran romper las cadenas y vuelan hacia la libertad. Otras se resignan y esperan que se haga realidad la frase “hasta que la muerte los separe”.
Si usted es uno de los pocos afortunados que fue y sigue siendo feliz con su pareja a pesar de todas las crisis que vivieron juntos, cuídela bien. Trátela como una planta delicada que necesita sus diarias atenciones para que no se seque.
El amor es una erupción de un volcán, el cariño es el pequeño temblor. Con el primero uno se quema, con el segundo se calienta.
El amor es el mejor lubricante para la máquina humana.
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