comenzando...
Él quería iniciar el diálogo, y preguntó con tono estúpidamnte docente:
-Decíme, ¿vos te sentís sola?
-Estoy sola la mayor parte del tiempo...Creo que soy sola- respondió ella.
-No lo parece-él olió que ésa no era la entrada.
-¿Ah, no? ¿Y qué te hace pensar así?
-No me da la impresión de que sea así...En eso no te creo demasiado...Me cae que...-ya no sabía por dónde andaba.
-Ustedes siempre creen que, con su sola presencia, pueden ahuyentar a todos los fantasmas de los alrededores, levantar todas las barreras, y penetrar todas las corazas (sin analogías, se entiende)- y rió brevemente con una risita nerviosa.
-¿A ver cómo es eso?
Ella parecía tener la clave, y él se dejaría llevar por un rato.
-Que ustedes no son la única llave, ni la mejor muchas veces para abrir la “caja de pandora” femenina...es tan cierto como...
-Ni lo pretendemos...
-Hablá por vos mismo, porque la gran mayoría...No parecen entender que nosotras...¡Sí, nosotras!, también tenemos problemas existenciales...¡como ustedes!
-Desde ya...más vale....- Él no parecía encontrarle la punta al hilo de Ariadna, y repetía frases cortas mientras intentaba pensar con rapidez.
-Si todo se resumiera al acercamiento físico de la pareja...¡Ya está! A la cama, y a otra cosa, ¿no?
-No siempre...Al principio puede ser, pero después uno busca otra cosa, algo más...-Como ella no respondía, continuó:- Pero volviendo al tema de la coraza, a veces se puede quitar, abrir o romper, siempre que exista la voluntad de hacerlo, y no de mantenerla como un techito protector de la intemperie.
-Voluntad de quién? Voluntad de qué lado?
-De ambos.
-¿Y si ese “ambos lados” es una ilusión, fabricada para pasar el tiempo, para disimular la soledad?
-¿Y qué hay con eso? En disimular la soledad quizá esté el verdadero secreto
de...
-¡Dejáte de macanas! ¿Qué vas a decir? : “¿...de la felicidad?” Ja, ja, ja.
-Parece que hoy no se puede hablar con vos. Cuando se pretende tocar apenitas tu caparazón, te enrollás como un puercoespín..-Ahora, sí, preparate nena..
-Es que detrás de la primera viene otra, y luego otra, como las capas de la cebolla.
-Cuyo corazón interior siempre es suave y tierno-.Vamos, que ya amanece.
-Si lograste cocerlo bien, sino apesta-. Ella tosió, como si hubiera aspirado una bocanada agria del vegetal.
-Si vamos el centro de las cosas- propuso él, decidido-, yo no pretendo más que percibir tu presencia-. Parecía convencido. Y quería convencer. Completó:- Saber simplemente que estás allí.
-¿Y te sirve eso? ¿Te conformás así?- Ella no se desprendía del tono escéptico, que le caía por dentro, por ahora, con viso de autenticidad.
-No digo ni hago nada para que me sirva. Me surge buscarlo, como una necesidad instintiva...
-Sí, ya conozco esa franela. Y la búsqueda del instinto socializante importa más que el instinto sexual, que pasa a segundo término...Y bla, bla, bla...- El tono de ella iba alejándose del sabor genuino. Parecía estar bebiendo el fondo ácido de la botella. Finalmente rió:- No me hagas caso...Cuando necesito algo que no sé bien qué es, me pongo insoportable...
-Y entonces...
-Entonces zamarreo al primero que se me cruza...
-Y hoy me tocó a mí. Afortunado poseedor del privilegio...Pero yo tampoco soy muy dócil, que digamos-. Ofrecía tablas él-. Hay días en que las cosas son mejorvenidas que en otros. Nada más. Y entonces aprovecho y opto por un humor más directo, con menos ironía...En definitiva, creo en la posibilidad del flujo de corrientes de comunicación entre nosotros, y en esas circunstancias, me siento optimista y con capacidad para romper el aislamiento..
-¡Guauu! Me alegro por vos. Sinceramente...- respondió ella, con suave tono-. Yo aún no logro sintonizar esa radio...Ya ni me acuerdo cómo se hace...
-Puedo ofrecerte otra antena...
-Aceptado. Pero no creo...
-Ojo, nena, que no soy voluntarista ni vendo guías de autoayuda...Me gusta tanto escucharte como que me escuches....
-A mí, también. ¡Creéme!
-Entonces...¡dejémoslo correr! A mí me gusta más el rumor del río que la quietud del lago.
-Y a mí me gusta más observar la placidez del azul de un lago, que contemplar las cabritas encrespadas de los rápidos de una corriente de agua...
-Sí, señora...Te dejaste llevar y te sienta bien. El literario es un sitio cómodo y gratamente amable donde encontrarse...
-Siempre que no intentes algo como “Quién le teme a Virginia Woolf”...
-O no lo encares con pedantería ombliguista, que es más común que el genio de esa señora...
-Ja...me gustó eso de “pedantería ombliguista”. Suena a una visión xy de la cosa.
-No necesariamente. Puede resultar nada más que otra versión de la coraza...Por eso es que a mí me gusta más leer que escribir...Escribir me resulta siempre enervante, y la mayor parte de las veces, frustrante...
-Como todo- agregó ella, algo aburrida- hay que saber hacerlo bien para divertirse...
-No me refería a eso...Sí, de acuerdo- y volviendo a su pensamiento:- Me refería a que escribís algo, la idea te gusta, te resulta casi maravilloso el flujo de palabras que nace, y crece incontenible y los dedos frenéticos las van recogiendo con extraordinaria facilidad, y cuando terminás, estás convencido de que has escrito una obra para la posteridad. El yo desborda de entusiasmo; querés comunicar al mundo entero la buena nueva. Pero como el interlocutor inmediato generalmente no atiende o da ocupado, guardás esas cuartillas en un cajón, o en algún archivo del disco rígido, con la idea de releerlas mañana o pasado...Y entonces viene la prueba irrevocable: Si la pasa, avanzamos. Y si no, al cesto y a otra cosa. Y lo grave en este caso viene con eso de: “Pero mirá si seré b..., entusiasmarme con esta basura”. Y la convalescencia es ardua con ese yeite de la despiadada autocrítica...
-Pero vos lo hacés siempre muy bien- .El tono de ella era exasperantemente adulón.
-No acepto eso. Vos sabés muy bien a lo que me refiero. Si mi reloj no da la hora, los demás me importan muy poco...
-Guauu...esa frase me confirma que acierto en lo que digo...Pero si se detiene tu reloj, te queda todavía el movimiento de la tierra, con el sol y las estrellas...
-Si no lo aceptara así, sentiría que estoy traicionando...
-¿Traicionando... a quién?
-Pues a mí mismo...
-Te compro esa percepción. Yo, dentro de mi coraza, no llevo demasiada autocrítica...
-Podrías probar...Hay que...
-Hay que, hay que, hay que...¿No suena mejor sugerir, presumir, adivinar, presentir?
-Me gusta ese hilo...
-Paremos un poco, que estoy algo cansada, y te confieso que no sé muy bien por dónde andamos...
-Y querés cerrar el canal. Si, “hay que” aceptar- y él rió con el énfasis- que las cosas tienen límites.
-No sé si son límites...o si la finitud es una condición ineludible de una realidad que está allí para quien quiera verla, y no aceptarlo...
-Es desvirtuar lo que se da naturalmente como espontáneo y natural.
-Exactamente.
La chispa simultánea los encendió y se volvieron, el uno hacia el otro, con la necesidad de encontrarse en esa otra realidad que ahora se les ofrecía, abierta, húmeda y tibia y de creciente intensidad. La coraza, allá en el piso, en un rincón, junto a las ropas entremezcladas de ambos.
Él estiró un brazo buscando música en la radio, y ella trajo en una mano el vaso con hielo y un líquido color ámbar a medio beber...
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