Miraba embelesada la carita hermosa, perfecta, de Paulo, y trataba de encontrarle rasgos parecidos a los míos, a los de mamá, de papá y de mis otros hermanos. La naricita perfecta, cuadradita, era lo único que no encontraba en otros.
En nuestro primer viaje a Argentina corroboré algo extraordinario que pasa en mi familia: son trece hermanos, todos casados y todos con hijos, y los hijos de cada uno nos parecemos más a algún tío o tía que a nuestros propios padres.
La tía Norma, la más joven, nos mostró una foto suya a los 5 años y era increíble el parecido con Paulo. De allí la nariz cuadrada y perfecta. Mi hermana Lili es idéntica a tía Juani y Sami igual a tía Gladys. La hija de Norma es igual a mi mamá. Y yo igual a Rosa.
Y Rosa tiene un hijo, Gustavo, que tiene una beba hermosa llamada Aylén, que se parece mucho a mi mamita. Y mi hermano Sami tiene dos bellísimos nenes y ella, Samira, es igual a mi prima Mariana, hija de Gladys. Y si ves a Germán, a Paulo y a Migui, de 27, 19 y 3 años respectivamente, verás la magia de la genética. Al igual que a David y a Diego (mi primo y mi sobrino).
¡Cuánta poesía y divinidad hay en la naturaleza! Ver caminar a mi padre, con su nieto a un lado, los dos al mismo paso, a la misma velocidad, como copia uno del otro. Y ver a Mariana bailar al mismo ritmo que mi madre.
¿Podré tener la dicha de ver un día mi mirada en otro ser? Y descubrir que tiene el mismo cuerpo de su padre, y la sonrisa del mío, el cabello de Sammy y la boca de Paulo. ¿Podré? ¡Daría todo por vivirlo! Este es uno de los cinco milagros que pido.
Hoy el posible padre tocaba mi pancita, que ciertamente no tiene la turgencia de los 20, y yo la cubrí con la ropa, y él, volviéndola a descubrir me dijo que le gusta, que puede ser el primer hogar de sus hijos... tal vez esta vez el milagro esté muy cerca...
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