Espejo
Te robaba el maquillaje, los zapatos y hasta algún libro.
Entraba en tu cuarto y me ponía tus ropas.
Abría la caja de música y encontraba las cartas
de tu amado, mi padre.
Te hice la vida imposible y maravillosa,
lloramos juntas, nos abrazamos y contamos secretos.
Me enseñaste muchas cosas, tantas que ya ni me acuerdo…
Contigo los primeros pasos, el primer biberón.
Estabas siempre a mi lado cuando sentía miedo,
(Todavía lo tengo).
No te enojaste cuando temblaba ante los versos
recitados en el colegio.
al equivocarme los pasos en el minué,
ni siquiera cuando trataba de alcanzarte;
Y eras tan hermosa, tan perfecta a mis ojos.
Demasiada madre para una niña indefensa,
inalcanzable para una adolescente rebelde.
Mucha mujer y mejor ser humano.
Aún así,
disimulaste mis torpezas e inseguridades.
Engrandeciendo el espejo.
Cuando descubrí mi rostro parecido al tuyo,
algún gesto, un poco del genio y la grandeza
de espíritu, sólo un algo y las manos piadosas,
las caricias ante un amigo en desgracia:
comprendí que estaba creciendo...
Heredé sueños de libertad,
de persona adelantada a su tiempo.
La obsesión por la creación, la docencia, la pintura y poesía;
forma de rebelión, de compromiso, búsqueda y hallazgo
inconmensurables…
Aprendí,
el gusto por la cocina, los amigos y las tertulias.
Que cuando se derrumba el mundo, es sólo un trecho de la senda.
Que la vida es un camino de renuncias y enseñanzas.
En fin, tomé lo que pude devolverte, en mi voluntad
por ser apenas un atisbo, como vos…
Aunque haya fracasado varias veces en el intento;
sigo en combate amando jazmines y begonias,
los retazos de tiempo libre,
bailar pasodoble y algunos de tango.
Quizás la vida, eso...
Ahora, soy lo que eras: refugio de amor y ternura
desde que amanece hasta que entornan los párpados…
(Bendita seas madre, en Paz desde el 12 -02 -007).
Marcela Vanmak
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