Como cada fin de semana, mi nieto Adriel, de 13 años, se instaló en casa, es un hábito que fue adquirido hace ya tiempo, y que me permite, además de fortalecer nuestra relación, hacer derroche de mimos.
Hoy temprano, lo despedí en la puerta, besuqueo de por medio y me quedé mirándolo, mientras caminaba con su paso característicamente pachorriento, rumbo al club, distante apenas dos cuadras de casa y dónde practica su deporte favorito, el básquet.
No es la primera vez y con seguridad, no será la última, que haga esto, cumpliendo mi rol de abuela, pero hoy fue cómo que me hice cargo de la situación.
¡Ay Dios mío, que grande esta este crío!
Fue algo así cómo en esas noches cuando se corta la electricidad y entre la penumbra de la escasa solución que aportan velas o linternas, sin música, TV o PC, te percatas de la importancia de la misma. Hasta ahí la usas sin pensarlo, sólo porque esta.
Cómo sucede con la luz, hice uso y abuso del tiempo casi sin darme cuenta.
Recordé de pronto una conversación que mantuve con Adriel, cuando apenas tenía cinco años, después de haber acudido cómo apoyo logístico, cuando su madre, desbastada de paciencia, censuraba con más gritos que razonamiento, una de sus travesuras.
Habiendo concluido el episodio, nos recostamos en un sillón, frente al televisor a disfrutar de los dibujitos animados. Adriel, después de unos minutos de silencio, adoptando una postura de hombre serio y comprometido, me dijo: -Abu, cuando vos seas viejita y yo sea grande, te voy a cuidar-
Mi corazón de abuela se derritió apenas terminar la frase y le respondí, con ternura: -Gracias mi amor, menos mal que te tengo a vos-
-Y si- , agregó, - porque vos ahora, me cuidas y me defendes, así que cuando vos andes con”palito”, yo te voy a cuidar-.
-¿Cómo con palito?-, pregunté extrañada. Y con gestos de entendido en la materia, contestó:-Con ese palito que usan los viejitos para caminar- (bastón).
Conteniendo la risa y recurriendo a mis dotes de actriz fracasada, para poner cara de terror, le digo -¡Ay, noooooo, por Dios, Adri no me digas eso!-
-Porqué abu?-
-Porque yo no quiero andar con bastón, no quiero ser una viejita achacosa.
Ahí terminó la charla, porque obviamente los dibujos animados eran más entretenidos y acapararon su atención.
Pero evidentemente, debe haber llegado a la conclusión que le permitió su escasa edad, de que usar bastón era algo feo, malo o degradante; casi una mala palabra.
Tal es así, que cuando se enojaba conmigo, me decía
-¡Vos sos vieja con palito!- Usando la frase cómo la peor ofensa.
¡Mi Dios!... ¡Pero, si todo ha pasado cómo una ráfaga de viento!
Uff, me sentí un artefacto doméstico, tipo lavarropas o microondas, esos que los programas y tras vueltas y vueltas, hacen todo simplemente porque lo dice el programa.
Así tal cual he procedido yo en mi vida, cumpliendo cada rol que se añadía, (hija, novia, esposa, madre, suegra, abuela)
con todo lo que ello implica, en tiempo completo y sin amortizar.
De acuerdo a lo estipulado, en las instrucciones del manual, heredado de generaciones pasadas, “Naciste Mujer”, con el que me programaron.
Y todo para bien o para mal sin reflexionar, sin reparar que la vida transita a pasos agigantados.
Agregué además a toda esa vorágine, el humilde soplido
de mis pulmones, para apagar las velas que sumaron décadas al mejor estilo “Robotina”
Pensé sensatamente, en el transcurrir de “mi” tiempo y darle el valor que amerita, en los años que quedan por delante
“sin palito” y en la diferencia de disfrutarlos haciendo todas las cosas que desee hacer y quedaron marginadas, pero que aún persisten en mi interior. Tengo que aprender a ir por ellas, archivar viejos “programas” o auto programarme diciéndome a mi misma, “Es posible y puedo hacerlo: el mayor éxito en mi vida será vivirla cómo deseo y a conciencia”
. Moag.
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