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Hoy quiero contarles la historia de Pedro, una historia igual a la de muchos otros (Juan, Pedro, José, Sigfrido). Un nombre es solo un nombre y a los efectos de esta historia da lo mismo uno que otro, solo un nombre común, para un hombre común, lleno de sueños comunes sin ningún valor agregado. Solo una historia olvidable de un solo actor.
Pedro fue siempre un transeúnte de la vida, un caminante hacia ningún lado, que veía pasar su existencia de reojo sin involucrarse jamás, acarreando a su paso solo porquerías, cosas sin valor a las que otorgaba tal sesgo de optimismo, que hasta parecía optimista. En sus sueños presentía el futuro, pero sin poder definirlo y mucho menos asirlo, vivía esperando, esperando siempre, esperando lo excelso, lo único, lo verdadero, pero se conformaba con realidades a medias, haciéndole muecas de payaso a su existencia para rellenar los vacíos, en su histrionismo, deshojo uno a uno sus sueños hasta que al final solo le quedo el tallo desnudo.
En el fondo Pedro es un buen tipo y hasta bastante inteligente, según dice la gente, para al instante siguiente agregar. Pero lo malo de Pedro es, que no hace gran cosa para demostrarlo. O lo malo de Pedro es, que no se involucra en nada. O lo malo de Pedro es … y siempre encuentran algo malo en Pedro, de ahí el mote, Pedro Lomalo.
El verdadero sueño de Pedro y que acarrea desde su infancia, es poder apearse del sube y baja de su existencia y alcanzar la cima aunque sea por una única vez, sin que lo bajen de un hondazo en el proceso. Dejar de ser al menos por un efímero instante parte de una estadística, solo un número más de entre millones, el supernumerario indiscutido en la cola de los comunes y pasar a la vanguardia y una vez allí gritarle al destino en su propia jeta. ¡Ahora si llegue y me tenés que considerar!
Cuando tropezó con su primer sueño, vaya a saberse cuando, lo que siguió después fue como un paseo en colectivo y su vida comenzó a asemejarse a un sol contenido en una pompa de jabón, de una calidez infinita, pero absolutamente apócrifa e inusual. Que fue degradando su existencia, hasta que al fin solo le quedo la dignidad de los desposeídos. Desprovisto de proyectos, su vida se convirtió en una película sin remate, proyectada en una sala con un único espectador, con sueños tan efímeros, que se vaporizaban con la misma velocidad que esculturas de hielo en un día de verano. Al Principio, Pedro busco un lugar sólido donde afirmar sus pies y dar un nuevo impulso a su existencia pero la lógica lo acorralo, aplastándolo sin piedad y quedo burlado con su duelo inútil. Muertos sus sueños, solo le quedaron las realidades desnudas, asumió entonces el aire impostado del que nada le importa, disimulándose entre la multitud, convirtiéndose así, en un camaleón indeseado de una realidad metafísica que al final lo supero. Quemo sus proyectos y con ellos sus sueños, arrojándolos a la gran hoguera del olvido con la esperanza de que estos resurgieran, al igual que el ave fénix, invictos y renovados, listos para ser vividos nuevamente. Y al fin reencontrarse con aquel sueño primigenio y único, que dio nacimiento a todos los otros, la piedra filosofal de lo verdadero que diera sustancia y sentido a su vida, pero fue inútil, ya que intentando engañar a otros termino engañándose a si propio, confiriéndole a todo un sentido ambiguo, entre lo que realmente soy y lo que pretendo ser, pero sin comprender del todo que para vivir se necesita optimismo, pero que para sobrevivir con el pesimismo basta, que el pecado de nacer solo se puede expiar con el dolor y la lucha, acrisolados en el transitar cotidiano.
Pedro vivía sus sueños pero soñaba su vida, con un ensueño chiquito y volátil tan efímero como sus realidades, tenia veleidades de artista, por lo que se convirtió en un caminante de las letras, transitando las palabras una a una, hasta detenerse en aquellas a las que consideraba importantes, otorgándoles categoría, con la ulterior idea de que se transformaran en únicas y de que todos las reconocieran, hasta que otras viniesen a remplazarlas, intentaba vivir en sus escritos lo que otros vivían en sus realidades, pero su imaginación iba siempre dos pasos delante de sus vivencias y esto hacia que tropezara a cada instante, puesto que las historias verosímiles solo son posibles si uno existe en ellas. Algunas veces Pedro comienza a escribir sin un plan de trabajo definido y entonces son sus personajes los que le marcan el rumbo, otras las mas, no concluye lo que empieza y entonces las nonatas palabras retumban en su oídos como redobles de tambores reprochándole su olvido y un silencio perezoso y opresivo lo acomete, haciendo que dispare contra las sombras ráfagas de frustración, en un fútil intento por patotear su mala estrella y que esta por fin lo abandone. Pedro siente entonces que le robaron sus sueños juveniles ¿pero ante quien hacer la denuncia? Y es en esos momentos de incertidumbre, que cubriendo su boca con la mano le grita con todas sus fuerzas al destino ¡maldito ladrón sin conciencia te llevas siempre lo mejor de mi dejándome solo frustraciones! Pero el dialogo no esta incluido en la comunicación, por lo que busca en lo mas recóndito de si la respuesta, antes de dar paso a la desilusión. Pero esta permanece de pie en el balcón de su inconsciente, como un valquiria exuberante e iracunda, siempre al acecho, encandilándolo, interrumpiéndole la visión, manteniendo con él una distancia cálida, alentándolo sin alentarlo, envolviéndolo en una sensualidad asfixiante que poco a poco lo aleja de sus sueños, colmándolo de proyectos que nunca llevara a cabo, como esas sombras del pasado que lo envolvieron por décadas y que a la larga se convirtieron en recuerdos silentes desprovistos de todo propósito. A veces Pedro se alimenta de frustraciones porque no tiene otra cosa, otras pretende haber hallado el camino a la cima, pero no acierta ni por asomo y entonces el tiempo se le acaba y las oportunidades también y lo que es aun peor las esperanzas. Pedro nunca quiso ser un enano intelectual, que para incrementar su saber se sube sobre los hombros de otro enano, porque es conciente que de ese modo no se obtiene mas saber, sino solo un enano encaramado en otro, que el conocimiento así como la riqueza tiene sus avaros, que pretenden todo para si haciendo un misterio de su ciencia y que lo que obtienen al final es solo oro de tontos, que una vida bien lograda no se mide en éxitos o en fracasos, sino en felicidad y que esta no es ecuménica, sino la sumatoria de pequeños momentos gratos. Que un día se puede hacer un balance, ya sea al termino de una jornada, una semana o una vida y que al mirar atrás y contabilizar los buenos o malos momentos, si los primeros fueron mas entonces se fue feliz y si al contrario lo fueron los segundos entonces no se lo fue tanto, pero que no se puede ser completamente feliz o totalmente infeliz, porque la existencia es una ecuación matemática absoluta y perfecta donde todo es equilibrio y armonía. Y fue durante ese momento de reflexión cuando Pedro supo, que el destino no comprende al azar, que elige o deshecha las cosas de acuerdo a un orden establecido, que esta ahí aunque nosotros no podamos verlo y mucho menos entenderlo pero rigiendo nuestro universo cotidiano y que aunque así no lo aparente detrás del caos esta el orden y levantando su vista a las estrellas, fantasmas distantes de soles ya extinguidos, se dijo a si propio, que así como su luz permanecería por eones en el firmamento irradiando calor, así también su sol privado, encerrado en la pompa de jabón, seguiría entibiando sus ilusiones y esperanzas, puesto que el haría prevalecer su derecho , ese derecho sagrado e inconculcable a intentarlo y que conjuntamente con el de equivocarnos, nos fue entregado por el creador como forma de decirnos nunca te rindas, o como lo entendió mejor Almafuerte “No te des por vencido ni aun vencido”.
Y fue así que Pedro, parándose sobre los despojos de su vida pasada, borracho de noveles ilusiones, levanto su vista al cielo y vio a las estrellas galopar, arrastrando en su carrera las bajas nubes que empañaban el horizonte de sus sueños y que mal delineadas como la sombra en los parpados de una prostituta barata todo lo enturbiaban y se dijo a si mismo lleno de fe, que encararía su futuro con fuerzas renovadas haciendo picadillos su apatía y sus días se colmaron entonces de colores, atrás quedaron los claro-oscuros de su noche pasada y resurgió a la vida transformado, como lo haría un boxeador que volviese del nocaut, diciendo exultante ¡Aquí estoy de nuevo señor destino!
Y esta es la historia de Pedro Lomalo y todo se ha escrito en ella menos el final.
Vicente Abril
Agosto 2006
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