Mi voz lleva mucho tiempo sin ser escuchada. Mi silencio ha perdurado por muchos días, ya no aguanto más el hecho de callar, romperé mi estado para contar lo que sé, solo así podré estar tranquila.
Es cierto, mucho tiempo llevo guardando este secreto; se preguntarán entonces para que revelarlo. Lo hago por que necesito desahogarme. Mi corazón se debilita con el paso del tiempo, debo dejar ir la verdad para así no tener este cargo de conciencia.
Debo partir esta historia nombrando a mi ex mejor amiga, Martina, ella es una de las grandes protagonistas de esta historia, en la cual me incluyo.
Martina era una excelente persona por donde se le mirara, tenía esa mirada transparente que provenía de sus potentes ojos cafés. Ella no conocía a nadie que no estuviera por su nivel económico, y, si te soy sincera, yo tampoco lo hacía.
Un día me presento a Sebastián, no podía creer que él fuera la persona de la que me había hablado por semanas. Juntos me relataron su historia, que era más o menos así:
“Esperando el Metro en la Estación Ahumada, se me cayó un lápiz, pero no lo noté. Cuando entré al metro, estaba Sebastián, que me tocó el hombro; al principio lo ignoré, o sea, no iba a hablar con él, que se notaba tenía una educación totalmente distinta a la mía; me conversaba, pero yo pensaba: “¿Por qué este “roto” no se va de acá?”. Cuando llegamos a mi estación me baje rápido, casi corriendo, y él me perseguía. Yo te juro que pensaba que me quería violar o algo parecido. Llevaba corriendo cerca de dos cuadras cuando me detuve me di vuelta y le dije: “¡¿Por qué no me dejas tranquila?!”. El simplemente me mostró el lápiz y me dijo que se me había caído. En ese minuto me di cuenta de lo equivocada que estaba y lo invité a un café a la esquina.
Ni uno de los dos sabe que nos pasó en esa hora que compartimos en el café, pero fue como si lo hubiera visto por primera vez, fue como si algo me dijera “Este es el hombre de tu vida”, “No lo dejes escapar”. Así lo hice y aquí estamos”
A decir verdad su historia era un poco increíble, pero hermosa a la vez. Alucinaba con la idea de que alguna vez me pasaría algo así. Que tratando de entrar a alguna parte se me caería algo y una persona lo levantaría y cuando me lo pasase, sus ojos se cruzarían con los míos y formaríamos más de una historia con sólo mirarnos y desde ese minuto no nos separaríamos más. Pero, eso era mi imaginación y nada más.
El tiempo pasó. Podía ver como su relación se hacía cada vez más firme y honesta. Era de esas parejas que tú los miras y sabes que son para siempre.
Al principio no podía sentir más que felicidad por ellos, es decir, mi mejor amiga había encontrado a la persona perfecta para ella; pero, debo aceptar que con el paso del tiempo comencé a sentir envidia, aunque no sabía si estaba dirigida a ella por haber encontrado a su pareja, o a él, por haberme quitado a mi amiga, puesto que ya no tenía a Martina para salir siempre, ya no tenía su apoyo incondicional, ahora sólo hablaba de él, de Sebastián.
Era mi cumpleaños, y pasó lo que nunca creí posible:
“Eran cerca de las doce y media de la noche y Martina todavía no llegaba. La fiesta estaba llena, todos estaban ahí. Me preocupé por ella, comencé a pensar que tal vez le había pasado algo, entonces saqué mi celular y la llamé:
- Alo Martina ¿Dónde estas? Esto empezó a mucho.
- Mm. Matilde ¿Qué pasa? Estaba durmiendo, me dijo.
- ¡¿Qué?! Pero si hoy día es mi cumpleaños. La fiesta empezó hace horas, te estaba esperando.
- ¿Cómo, ya estamos a trece?
- No, estamos a veinticinco. Mi cumpleaños es el veinticinco de Mayo, ¿Que no lo recuerdas?
- Ah, verdad que es Sebastián quien esta de cumpleaños el trece, me respondió nuevamente con su tono de ignorancia.
- No puedo creer que no te acuerdes del cumpleaños de tu mejor amiga.- Hubo una pausa en la que nadie habló.- Espera un momento, ¿Qué hago llamándote? Olvídalo, no me vuelvas a hablar en tu vida.- Le colgué el teléfono.
Volvió a llamarme unas treinta veces, pero le colgaba o simplemente lo dejaba sonando. No podía creer lo que había pasado. Subí corriendo a mi pieza llorando, me encerré ahí y no salí en toda la noche; mucha gente subió a preguntarme que pasaba, por que no estaba abajo; yo, simplemente no respondía.
Hubo un minuto en el que decidí vengarme, no sabía como pero la haría sentir lo mismo. La haría sentir el vacío que había sentido yo cuando ella me había traicionado.
El tiempo pasó, y ya tenía claro lo que iba a hacer, pero ¿Sería capaz de hacerlo? Era una pregunta que rondaba mi cabeza constantemente; pero cada vez que recordaba mi cumpleaños, confirmaba mi deseo de hacerlo. Y lo hice.
Fui a la casa de Martina y me encargué de que su padre supiera algunas cosas.
Si, debo aceptar que rompí el código de la amistad y que además invente alguna de las cosas que le conté a su padre. Pero el odio pudo más en mí. Sentía el odio en mis venas.
Su padre enfureció al saber que su hija estaba saliendo hace más de seis meses con un tipo que trabajaba en un basurero y, además de eso, se había ido con él por el fin de semana en su barco.
No había pasado ni media hora cuando sonó el teléfono de mi casa. Corrí a contestarlo, era Martina llorando me dijo que me necesitaba, que por favor nos juntáramos en diez minutos en la plaza de Las Condes.
Llegue y ella ya estaba allá, corrió a mis brazos gritando:
- ¡Matilde!, ¿Por qué tengo que tener un padre así? ¡Alguien le contó de lo mío con Sebastián y dijo que lo iba a matar si lo veo de nuevo!
- Martina tal vez tu padre tiene razón, tal vez lo mejor es que dejes a ese roto. Mírate, eres bonita, puedes tener a cualquier hombre que quieras, le dije.
- No, yo lo quiero sólo a él. Prefiero morir antes de terminar con él.
- Amiga mía, es hora de que aceptes la realidad, todos sabemos que esto no es mas que un capricho tuyo y que dentro de un mes o dos ni te acordaras de él.
- ¡No! Yo jamás podría olvidarlo, él es lo mejor que me ha pasado en la vida, si lo pierdo, yo me muero, me dijo entre lágrimas
- Martina, si te soy sincera, siento que estoy mal gastando mi tiempo escuchando tus lamentos. Me voy, le dije en un tono seco y cortante.
Si es verdad que fui dura, pero se lo merecía, o por lo menos eso pensaba en esos días.
Esa fue la última vez que hablamos, ya que la siguiente fue sólo una conversación unilateral, es decir, de su parte.
Eran las tres de la mañana y sonó mi celular decía: “No Contestar”. Colgué y seguí durmiendo. A la mañana siguiente escuche un mensaje que decía:
“Matilde, no puedo vivir sin Sebastián, él es el amor de mi vida y sin él a mi lado mi existencia no tiene sentido, te llamaba para despedirme y decirte todo lo valiosa que has sido en mi vida y como amiga, a pesar de todo lo inmadura que fui y como te traté el último tiempo espero que me perdones. Siempre te estaré cuidando.”
Todavía no puedo creer que yo haya matado a mi mejor amiga. Tal vez no de una forma directa, por que no era lo suficientemente valiente para hacerlo, pero si de una forma indirecta, cobarde y cruel. Perdóname Martina, te prometo que nos volveremos a ver.
FIN
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