Detrás de un rostro que los hombres admiran,
debajo de unos ojos de pantera,
de estrellas que brillan a la luz del alba escrutando el alma.
Un cuerpo sin rastro de pintura,
alejado de mentiras que ofrezcan impresiones erradas.
Está allí, su cuerpo menoscabo, postrado en la cama vieja, del viejo cuarto.

La tenue luz de sus pupilas, descubre la aún suave piel morena
tostada en exceso por el calido sol,
ese que exige su compañía diaria mientras ella vive.
Esta macada por innumerables hechos,
Ha sido victima constante de los duendes negros
que vuelan furtivos tras su dulce sangre.
Culpable se declara ante los ríos de sangre calcada en su piel
años atrás, conmemorando el cambio.
Y la pequeña mariposa le cuenta altanera la secuela de sus desavenencias.

Presta atención a la línea incipiente de las vastas murallas,
Esas que protegen celosas el galardón desvirtuado;
lienzos mártires del tiempo, por las desdichas… aún perennes.
la lisa sabana cubierta de hebras negras que bailan parsimoniosas, seductoras,
resguardando a un cuello respetuoso que no le pertenece.
Caderas anchas, pechos igualados que declaran orgullo.

Cierra los ojos perversos
y sonríe con aquella boca anhelada.