Cuando llevó el vaso a sus labios para beber de un trago el resto de coñac que le quedaba, ya Julio tenía en su mente de funcionario del gobierno, todo lo que debía hacer.
Su reloj “Cassio” F-28W, marcaba las once de una mañana de miércoles, otoñal y resplandeciente, soleada y brillante.”
Pagó al “barman” y salió en busca del Nissan situado en el parqueo.
Lentamente fue incorporándose al tránsito de la Avenida Lincoln. En la intersección con la Veintisiete detuvo el auto ante la luz roja del semáforo.
-Vaya baina, con lo apurado que estoy- se dijo, listo para salir en cuanto pusieran la verde.
Eran las once y cinco minutos de la mañana y el sol estaba ahora cubierto por una nube gris que prometía humedecer el pavimento.
Julio siguió hasta Correa y Cidrón, dobló a la derecha evadiendo una “voladora” detenida en la misma esquina.
-¡Anda el diablo!- rezongó- ¿a esta gente no le han enseñado a orillarse para recoger los pasajeros?, ¡coño!
Siguió, ya molesto, hasta la Ave. Italia, tomó su senda y al hacer un giro hacia la derecha para tomar Independencia, ¡la vio!.
-No cambia esa niña, tan linda y hermosa como cuando la estrené- se dijo a sí mismo.
La muchacha estaba parada haciendo señas a algún auto que la llevara, cuando vio el Nissan azul, se le transfiguró el rostro, sí, sin dudas estaba muy contenta de ver a Julio.
El hombre le abrió la puerta y ella entró al auto mostrando en su rostro toda la dentadura que portaba y enseñando sus piernas hasta más allá de las rodillas.
-¡Dios mío, ese color miel de las cubanitas es un sueño!- se dijo Julio al tiempo que se inclinaba para besar a la joven.
-¿Y se puede saber a dónde va el capullo a estas horas?
-Bueno- dijo la muchacha –antes de verte pensaba ir a la Universidad… pero ahora… adonde tú me lleves.
-Yo no voy pa’ ningún lado, tu ves, solo estoy dando tiempo para llegarme hasta la oficina y…
-…Yo te indico el camino- lo interrumpió Elisandra tomándole la mano, y mirándole a los ojos provocativamente terminó diciendo –hace dos semanas que no nos vemos, ?recuerdas?
La tenue luz de la habitación daba al cuerpo desnudo de la muchacha ese juego de sombras y oquedades que siempre ha sido para Julio un estímulo erótico acompañado de asombro y misterio.
Tener a esta muchacha hoy no entraba en sus planes. Era mucha la tarea que lo esperaba con una Feria del Libro a dos semanas de comenzar y todavía estaba por definir la llegada de varios intelectuales representativos de la literatura, uno de ellos, el más importante porque era del país a quien estaba dedicada la feria. Pero ahí tenía, delante de él ese cuerpo que se ofrecía sin límites y que era capaz de contener, como otras veces, todo su orgullo dominicano.
El cabello claro y lacio de la joven era como un charco de miel derramada sobre la almohada.
Los dos cayeron inseparables, en un largo túnel adimensional e intemporal. No supieron del tiempo transcurrido ni del espacio ocupado. Cuando despertaron del hechizo, el mundo les pareció menos injusto, cruel y dramático.
Ella bajó del carro en la Calle Duarte esquina a México con un adiós y un guiño cómplice, eran cerca de las siete de la noche. La vio alejarse taconeando por la acera hacia la Benito Monción moviendo aquellas nalgas que hasta hace apenas treinta minutos él había comprimido entre sus muslos.
Sin querer recordó aquel poema
“…seguirla con los ojos,
y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
allá lejos, y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de mordedura, beso..”
-¿De Nicolás Guillén?- se preguntó.
-Sí, creo que sí y termina diciendo-
“Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una estrella”
-Tolete de poeta el cubano ese- se dijo
Y recordó vagamente que esa mañana de miércoles tenía en su cabeza, meticulosamente planeado todo lo que debía realizar, las citas que debía de atender y a los lugares que debía de asistir.
-¡Mañana será otro día que carajo!
Giró el volante hacia el puente Mella. El Nissan y su tripulante se perdieron en medio de aquel entaponamiento de autos que se dirigía hacia el Este.
Voladora Voz dominicana para nombrar al transporte público pequeño que gana este nombre por la velocidad que le imprime el chofer al vehículo.
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