Recién termina Mayo y el invierno ya asoma.
La yegua helada ha llegado a nuestros pastizales y los va devastando.
De a poco, cada mañana, lo muerde con sus dientes de escarcha.
La estación azul ya se ve en el horizonte, avanzando. Ya nos palpa con su bruma como los tentáculos de un pulpo, con su aura gélida nos prueba como una lengua.
Cuando promedien los fines de Junio ya estaremos resignados a la helazón. Habremos guardado nueces, almacenado frutas rojas, verdes, azules y amarillas; carne seca especiada… y los mas tristes veremos cómo asegurarnos una pequeña provisión de flores, ámbar y azúcar, que nos hacen tanta falta para no morir con la panza llena por el corazón triste.
En el primer escalón de Julio voy a buscarte entre las otras mujeres, vos estarás entre ellas, inaudita, desconocida, mágica pero secreta. Yo escudriñaré todos los tréboles sencillos hasta toparme con tus cuatro hojas, voy a ir buscando en las miradas hasta mirarte, hasta que me mires: entonces entenderé que sos vos, y tendré que invitarte un café, un chocolate, y las nueces que guardaba para cuando hicieran falta.
Así nos iremos enamorando, urgidos porque el otoño empieza a irse y apagará la luz al cerrar la puerta. Entonces el tremendo Agosto, el titán de músculos azules, de poderosos helados pulmones eléctricos, hará lo posible por llevarnos a sus fauces de vidrio.
Allí te necesitaré, mujer. Cuando el mes oscuro nos cubra, cuando legue con su hoz desaforada, cuando sus agujas de viento me busquen para dormirme, te necesitaré.
Que Agosto me sorprenda entre tus piernas, con mis manos en tu espalda, con tu boca en la mía. Así, enredados en dulce vaivén, vamos a burlar el mes perverso. Atrincherados, encaprichados yo en tu cuerpo, vos en el mío, vamos a pasar Agosto. Vamos a pasar Agosto como si fuera una primavera. |