He llegado a casa y no he visto a ni un alma. He sentido vértigo. Un abismo lleno de novedades sin color, aroma ni forma, aplastando todas mis seguras ilusiones, derivadas de una matemática intuitiva… Pongo una mano en la otra y me pongo a meditar, a buscar el oasis en este desierto de arena pisoteadas, muertas por novedosas realidades.
Hay un círculo en toda mi inconciencia. Hay noches escondidas tras perfectas lunas. Un sonido empieza a morir frente a la nada. Escucho el canto inmortal de la armonía, en su primer idioma. Todo cesa de latir. El aliento se hace eterno. No hay vida ni muerte en su círculo. Todo es total. He tocado mi propia existencia y he sido inmortal por un instante de eternidad.
He abierto la puerta de mis sentidos y veo todo sin pasado. Todo es nuevo aunque esté escoriado. La manta de mi cama se hace amiga, maternal y cubre todo mi ser de un frío y un vacío perfecto. He vuelto a nacer y es tan hermoso.
Salgo a la calle, sonrío a la gente, canto junto a las aves, miro como un hermano. Todo es hermoso. He vuelto a nacer, después de un instante de eternidad.
Frente a la gente, les digo todo con mis ojos. Nadie entiende mi sonrisa, el amor en mis ojos, el paso de mi cuerpo, la alegría de estar vivo. Todo es tan hermoso cuando he vuelto a nacer, matando mi pasado, mi futuro.
Sin mas adonde ir, me he comprado un libro. Lo he leído y he visto a un ser solitario, buscando lo mismo que yo, escribiendo lo mismo que yo. A pesar que hay vidas y años de diferencia. Le escucho y entiendo su soledad. Entro en ese lugar y no ceso de sentir el calor de novedad de una nueva vida, sin pasado ni futuro. Soy un héroe al morir por el presente, aunque nadie sepa quién soy.
La tarde se hace vasta. La noche empieza a fornicar con la luna, mientras germina la luna. Todo se hace magia cuando es el tiempo de meditar, tiempo de borrar del mapa, todo pasado, todo futuro.
San Isidro, Junio de 2007
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