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Inicio / Cuenteros Locales / curiche / Con tu puedo...Cap 54, Dudas y pesares

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Dudas y pesares

Sargento, mañana hay que acabar esta huelga a como de lugar. La mejor solución es que los obreros aprueben el ofrecimiento hecho. Pero sabemos que Araya lo encuentra poco, eso puede implicar –y es lo más seguro que ocurra- que no regresen a trabajar.
Otra alternativa es que Gómez y el abogado entreguen un reajuste mayor, lo que yo veo como imposible ya que ambos apuestan a que nosotros les solucionemos el problema.
Yo tengo la orden de hacer que trabajen y la cumpliré.

Mañana a las once se reunirán las partes, mientras eso ocurre, ustedes concentrarán a la población en la estación, con la misma distribución de las armas, usted seguirá a cargo de la munición, que se coloquen cajas con balas al lado de las ametralladoras. Revisan a todos los hombres y, requisan todo tipo de arma que porten.
Allanan casa por casa en la búsqueda de armas u otros elementos peligrosos, use la fuerza pero muy medida, que nadie se propase demasiado cuando entren a las casas y si hay oposición, ¡culatazos!
—A su orden mi capitán, señor ¿puedo hablar?
—Diga, Sanhueza.

—MI capitán, usted sabe que soy de Coquimbo y, de Ovalle mis mayores, mi padre ha sido cabrero y minero, en muchas ocasiones ha trabajado con el papá de Alamiro. Creo que esta gente tiene razón en lo que piden.
Según lo que dice Alamiro, la mayoría de las familias tienen parientes que murieron en la Escuela, la verdad mi capitán, no me gustaría que esto termine como en mil novecientos siete. Como soldado cumpliré con cualquier orden suya.

—Descanse sargento, no le sancionaré. Tampoco deseo mancharme con sangre, pero ha de entender que deben trabajar, si no lo hacemos el mando nos castigará. Usted o el cabo Ángel traten de conversar con Araya para que deponga su actitud, él es inteligente. Que sepa que vamos a actuar sin contemplación alguna. Sargento, llame al personal para entregar algunas órdenes.

—A su orden mi capitán.

—Teniente, ¿está todo el personal?

—Sí, mi capitán, sólo falta el cabo de guardia

—Mañana se acaba esta huelga, son las órdenes, no se me dijo cómo hacerlo. Hay que vigilar que nadie se propase sin motivo con la población.
Ahora algunas cosas que haremos: A las dieciséis, ejercicio de tiro, lo más cerca de la población para que entiendan que sabemos disparar.
Si no llegan a un acuerdo. A partir de las doce meridiano, sitiaremos la oficina. Nadie entra o sale sin mi autorización. Los huelguistas reciben alimentos desde otros lugares, no dejaremos entrar ni un solo pan. Teniente, usted se hace cargo de eso.

—A su orden, mi capitán.

—A la misma hora, la oficina del telégrafo quedará en nuestras manos. Aislaremos por completo a los revoltosos. Allanaremos casa por casa. ¿Han quedado claras las órdenes?

—Sí, mi capitán –responden todos al unísono.
—Pueden retirarse.

La sala de reuniones permanece todo el día llena de gente, el sitio en donde está la olla común también, todo el día hay una tetera hirviendo y lista la yerba o el té.

Los tres representantes de los mineros llegan a la sala e inmediatamente se les abre paso para que suban al proscenio. Alamiro conversa en voz baja con sus dos compañeros.

—¿Quién informa?
—Usted, compañero Araya.

Compañeros, compañeras – Inicia su alocución Alamiro- ustedes ya saben que se conversó nuevamente. En la reunión estaban los dos representantes de la compañía y el capitán. Este señor, dio como último plazo mañana a medio día, si no, dijo que va a usar la fuerza en contra nuestra.
Lo único nuevo es que Gómez y Viera ofrecieron un siete por ciento de reajuste además de lo ya ofrecido, ahora tenemos que decidir si regresamos o esperamos a que se mejore la oferta de salario.
Considero que aún se puede lograr más y por ende tenemos que seguir parados.

—Me permite, presidente.
—Don Jorge, de los derripiadores tiene la palabra.

—Compañeros todos, soy padre de siete chiquillos, lo que gano no me alcanza para nada, los dos mayores ya trabajan para la Oficina. La verdad que tengo temor por como están las cosas, así que solicito que regresemos a trabajar con lo que ya tenemos ganado.

—Señor presidente me permite.
—La señora Clotilde tiene la palabra.

—También tengo chiquillos chicos y un marido que está muriendo por trabajar para esta compañía, tengo tanto miedo como ustedes, parte de mi familia murió en la Escuela maldita, pero, hay mantenerse unidos, si ya ha habido logros, es por esa unidad. Les llamo a seguir con los pantalones bien amarrados y que se respalde a la directiva en todo. Gracias

—Presidente, ¿puedo hablar?
—Don Godofredo, de los cargadores.

—Estoy de acuerdo con lo que decía Don Jorge, creo que ya no vamos a lograr nada más y, el capitán, se ve que es un carajo, digo, regresemos al trabajo.

De tres o cuatro puntos de la sala se oyeron aplausos.

—Compañero Araya, me permite.
—Don José Manuel, adelante.

—Compañeras, compañeros. Cuando iniciamos la huelga pensé que no iba a durar tanto y que la represión se iba a dejar caer antes, hemos llegado a este punto quiero hacer un par de reflexiones.
Desde hace muchos años que no se vivía un ambiente de esta naturaleza en la pampa. Añoe que no caminábamos con la dignidad de hoy. Las condiciones de vida han cambiado, ya nunca más seremos los mismos, no volveremos a prosternarnos ante ningún patron.
Hemos logrado construir una nueva organización obrera: nuestra mancomunal. Hemos hecho que el patrón se haya sentado a hablar con nosotros de igual a igual.
Ellos han cedido. ¡Nosotros no! Agradezco a los tres delegados que han sabido enfrentarse al patrón y al militar. Finalmente digo que debemos continuar el paro hasta conseguir mejores condiciones. También tengo varios hijos y me dolería mucho si les sucede algo malo.

Un gran aplauso recibe las palabras de José Manuel. Luego de cuatro discursos de aprobación y rechazo a la huelga, Alamiro pide resolver.

—Compañeros, votemos como acto democrático y acatemos el resultado, que levanten la mano los que están por llegar hasta acá.

Treinta brazos se elevaron, fueron pifiados por el resto. Más de cien brazos se levantaron en continuar la huelga.
—Compañeros, compañeras, la resolución a sido tomada. Mañana a las once de la mañana diremos que seguimos en huelga si no hay más reajuste. Gracias, se levanta la sesión.

Alamiro baja y conversa con quienes le rodean, se organiza una sesión de lectura a la espera del día que se avecina.

—Tito.
—¿Alamiro, dime?

—¿Va a ir esta tarde a la casa de la doña?
—Si es necesario voy.

—Hay que ir y tratar de saber qué es lo que trama la administración, insinuar lo del quince por ciento y un par de puntos menos, o sea que es posible arreglar sin llegar al sacrificio.
—Hablo con la doña, presidente.

Estela, soñé contigo ¿Se irá producir nuevamente? No lo creo, me ha pedido no lo cuente a nadie y, ¿a quien se lo podría contar? A mi hermano y eso, de contarlo en otro lugar es para que llegue a oídos del patrón y me mataría por mentiroso. Y es que los ricos nunca van a pensar que sus mujeres se acostarían con uno de nosotros. Ellos se sienten con los derechos de usar a nuestras mujeres, pero, vaya a ocurrírsele a uno hacerlo, nos matan.
Es linda, me gusta mucho, sus ojos claros que siempre dicen algo, sus manos suaves, fue hermoso lo que ocurrió, hoy se veía más alegre. Me estoy enamorando y no debe ser, debo sacármela de la cabeza o enloqueceré y se lo voy a decir en cualquier momento. Voy a esperar en el sitio en donde quiere hacer el jardín nuevo.


—Ganchitos –Efraín y sus amigos de Antofagasta pasan los días más en una casa que en la sala de reuniones, allí juegan a los dados o brisca– creo que pasando esta huelga nos vamos a ir, el jefe me lo dijo hace un par de días, así que cobraremos y nos vamos para casita.
—Eso es lo mejor, ya quiero ver el mar, socito.

En el interior de la casa de Gómez, tanto administradores como el personal doméstico andan muy alterados.

—Fernando, discúlpame –Estela trata de conversar con su marido-
—¿Qué te ocurre, mujer?

—Fernando, no me agrada esto, creo que a nadie le agrada, pero, tú tienes la solución y esa es otorgar algo más. Un par de pesos menos de ganancia no te va a empobrecer y a esa gente la harás feliz. Te insisto que no deseo una salida con muertos y a eso creo que juegas tú.
—Estela, tampoco quiero muertos, pero dependerá de los militares, yo no tendré nada que ver.

—¡Por Dios Hombre! ¿A quién quieres engañar con eso? tú trajiste a los milicos, y tú quieres que recaiga sobre ellos lo que estás haciendo. No te lo perdonaré jamás. Si ya nuestras cosas andan mal, con muertos en mi oficina, estarán peor.
En menos de dos semanas se recuperará lo que se pagará en un año.
—Ya di lo que podía dar, no puedo entregar ni un punto más, si lo hago, estos rotos se van a creer dueños. Ese Alamiro Araya me las ha de pagar todas.
Mujer, no quiero discutir este asunto contigo, esto es cosa de hombres, así que hazte un lado por favor.

—No creo que me comprendiste bien el otro día, yo soy parte de esta oficina, soy tan dueña como tú. Una parte de las acciones son mías. Así que si me da gana estaré mañana en la reunión, no creo que te agrade eso, decídelo ya que mañana me meteré. Permiso me voy a las labores de las mujeres.

Nunca antes Estela se había comportado así, desde que se fue Fernanda cambió, hasta me echó de la cama. ¡La huelga debe terminar ya! No soportaremos una semana más de paralización. Si no regresan a trabajar estos hijos de putas me pueden hacer quebrar y con ese contrato perderé hasta el alma. Ojalá que el capitán mañana los haga trabajar, hablaré con Viera para ver cómo ve la situación.

—Marianita ¿Cómo te has sentido?
—Mareos y vómitos, me cae mal todo lo que como.

—¿Crees que vamos a ser padres?
—Sí, Alamiro, vas a ser padre. Espero salgamos bien de esta huelga. Temo a los milicos pero no me moveré de tu lado.

La huelga va para su fin – medita Alamiro- el que treinta hayan votado por terminar la huelga no es lo mejor, son muchos. Mañana serán más lo que deseen volver a trabajar, así que en la reunión me la juego entera.

—Ño José Manuel, ¿me acompaña?
—¿Adónde?
—Caminemos, quiero estirar las patas y si encontramos a Juvencio y Pancho mejor.
—A las tres pasa el tren, así que vayamos a la cantina, a lo mejor la Julita nos convida un mate de irse a Iquique.

—Compañeros –habla Alamiro– la reunión me dejó preocupado, treinta votos es mucho, creo que mañana serán más, varios se me han acercado a plantearme sus aprehensiones, creo que es hora de buscarle el término a la huelga, pero, hay que hacerlo de manera que todos piensen que ellos han ganado.
Que Gómez piense que nos dobló la mano y que entrega lo que entrega por buena voluntad, eso no es importante, para él a lo mejor sí.
Que Viera estime que su presencia es la que ha solucionado el conflicto y.
Que el capitán considere que infundió temor y por ello volvemos a trabajar. Pero, nosotros debemos tener claro que, si no logramos todo no es derrota, que de cualquier modo ya hemos ganado.

—Alamiro, te comprendo y te apoyaremos en todo – dice Juvencio- no hay derrota porque hemos triunfado, tenemos que consolidar lo que hemos ganado para avanzar más en otra ocasión.

—Yo pienso lo mismo que Juvencio –José dice- Lo avanzado es futuro mejor y tal como decía en la reunión. No volveremos a prosternarnos ante Gómez. Así que te apoyaremos en la solución, y también considero que ha comenzado el desanimo.

—Alamiro, la verdad es que tengo unas ganas inmensas de celebrar –dice Julia- mira como hemos avanzado. Alamiro no pienses que hemos perdido si no se alcanza todo, te miro y me da alegría de haberte conocido, algún día e invitaré a participar en el partido. Gracias compañero.

—Mañana veremos compañeros –finaliza Alamiro.

Me dice Lucía que Ernesto está en la bodega, iré a conversar con él. ¡Me siento tan bien cuando anda cerca ese hombre! tiene una humildad especial, esa humildad que nunca había visto, se coloca en su lugar, pero no permite que nadie le pisotee. Cuando me mira por algo malo, siento sus ojos clavarse en mi garganta, penetran más profundo que su pedazo de virilidad, me deja al desnudo, también sabe ser tierno, lo veo como cambia cuando conversa con las empleadas de la casa. ¡Dios, me estoy enamorando de quien no debo, soy una mujer con dueño! Ayúdame a resolver mi dilema Dios mío.

—Tito, pensé que ya no iba a venir hasta mañana.
—Misia, mañana va a cambiar la vida en este lugar, y fíjese que lo que pedimos es tan poco, y ustedes no quieren entregar nada. ¿Ha estado alguna vez dentro de las covachas que llamamos casas? a las tres de la tarde hace tanto calor como en los cachuchos y en las madrugadas es tal el frío que cala todo el cuerpo. Yo voy a estar entre ellos mañana, con mis compañeros de infortunio. Me han disparado antes, a lo mejor llegó la hora en que el Señor nos llame a su seno.

—No hables así amor, perdón. Tito, Yo no deseo pase algo malo, se lo he dicho a mi marido, más tarde volveré a decirle lo mismo a los tres, si es que llega el capitán, pero deben dejar espacio para que ellos consideren que han dado lo menos posible.
—Misia, mire yo creo que no es demasiado un quince de reajuste incluso un trece, a lo mejor usted puede hacer algo

—Tito, lo de ayer, puede ser lo más hermoso que me ha ocurrido en mi vida. Hasta pronto.

Estela dio media vuelta y se metió en su casa.

Curiche
Junio 30, 2007

Texto agregado el 30-06-2007, y leído por 224 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
14-07-2007 Excelente***** Catacumba
06-07-2007 "No hables así amor, perdón. Tito," En ese lapsus está la esencia de las luchas, individuales y colectivas burguesas y proletarias. El objeto del amor y la pureza de este es lo que cambia. NeweN
03-07-2007 Tanto Fernando como Alamiro están al filo de la navaja; Alamiro con la vida empujándole detrás, la vida de su hijo nonato, de au mujer, de sus compañeros... Fernando con su historia y sus modos de proceder siempre rígidos y esta nueva Estela en rebelión contra todo lo que él representa... Me quedo en las palabras de Estela confrontándolo: No serán los milicos los asesinos, sino él que los ha traído... Ya hemos vivido esta disociación tantas veces en nuestra historia. Hoy, en cada protesta, en los estadios, en las universidades, volvemos a escuchar, "no somos nosotros los responsables sino las fuerzas armadas" como si no fuera el Estado quien las financia y sostiene sus juegos de guerra, como si no fueran nuestros soldados hombres libres pa' decidir. El soldado Sanhuesa tendrá que suprimir su historia si quiere obedecer... su muerte espiritual es la peor de las que se anuncia en esta masacre. vacarey
01-07-2007 Bueno, puede que la Estela logre algo con su voto en la reunión, veremos. Como nos haces sufrir curiche. ***** tequendama
01-07-2007 Fe de erratas: coloqué Doña Helena en vez de Doña Estela (hablaba con mi amiga Helena la administradora de la Casa de Asterión)... BESOS ***** SorGalim
01-07-2007 Hay que acabar la huelga de una vez, pero las partes deben llegar a un conveniente acuerdo. Pienso que los obreros deberán aceptar lo que se les ofrece, aunque no cubra todo lo esperado, antes de que la fuerza despótica decida ensañarse sobre su humanidad. En esta huelga, tan parecida a muchas ocurridas históricamente, existen muchas variables a favor de Alamiro y su gente: Por una parte, las tropas se tardaron mucho en llegar y hubo suficiente margen de tiempo para equilibrarse en el petitorio. Por otra parte Doña Helena, de alguna manera ha colaborado y está colaborando con los huelguistas; pudiera decirse que Tito (y sus amigos) ha sabido aprovechar la situación favorecedora. Y, sumado a esto, el Sargento, interviene, con una natural diplomacia, como mediador. A la vez, considero que los depredadores de estos pasajes son unos desalmados, pero no son tan carniceros o –tal vez- actúan con mucha cautela y no se zumban de buenas a primeras para descuartizar la carne de sus posibles victimas. Pero, el acuerdo se presiente llegar, así como se presiente que las cosas deben regresar a su normalidad, para que Alamiro y Mariana disfruten con mayor tranquilidad, el palpitar de un hijo engendrado; al igual que Estela, Tito y cada uno de los personajes definan el desenlace. Magnífico capítulo ***** SorGalim
 
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