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Finales de junio, casi, otra vez 23 de junio, la casa esta llena de risas, los muchachos ríen a lo lejos, el marido trabaja, es una casa bonita, con unos cuantos pagos más ya será totalmente de ellos, aún es un caos, no terminan de acomodarse, más a la falta de entusiasmo, que a otra cosa, casi 40 años de edad y sentada frente a su caballito de tequila catalina medita: -“otra vez 23 de junio, como quisiera que desapareciera este día del calendario, así no me dolería tanto el recuerdo” -Sus ojos y su nariz se sonrojan, “tienes 30 minutos, catalina, llora lo que quieras después de ese tiempo te tienes que reponer, salvador puede ver los rastros y preguntar, ojala y tuviera la valentía de decirle toda la verdad, toda la verdad y correr hacia donde quiero, hacia aquel que me lleno el corazón, pero hay algo dentro de mi que sabe que no es posible, que hay algo mucho más grande que mi felicidad, que mi propia libertad, que el tiempo ha pasado, que nada sigue igual, que de aquel amor ya ni el recuerdo queda para él, lo se de sobra, pero como comprenderlo en corazón”. Sintiéndose una completa tonta, tan solo esta mañana, consultando por internet su nombre, “si supiera que le he seguido el rastro todo este tiempo, que he conservado su foto como un tesoro, donde no envejeció, ni su recuerdo se desvanece, si tan solo él supiera que cada vez que escucho su nombre el aire se me va, como el primer día que lo conocí, si tan solo me viera ahora, así tendría la seguridad de que no fue fantasía, que fue tan real para mi como para él, pero se que no, que yo soy quien me aferro a algo imaginario, una quimera producto de mi estupidez, como puedo sufrir tanto por algo así, debo estar realmente zafada”- con una sonrisa catalina busca con la mirada con que limpiarse los ojos, “no, el abanico es mejor, eso me quitara lo hinchado”. piensa y corre a la rejilla del acondicionado “que si este abanico hablara”, “cuantas veces me ha visto llorar por él, cuantas veces he platicado llorando lo que se de Leonardo, de cómo lo vi casarse y hacer una familia, de tener hijos hermosos, cuanto he sufrido con sus accidentes de autos, sin comprender su afición por los autos de carreras”, llora catalina, y después guarda el dolor, se dice a si misma, “escóndelo donde siempre, en tu botellita del recuerdo, la cual solo se toma los 23 de junio” Catalina sirve otro tequila, directo y hasta el fondo.
-ma, puedo tomar un yogurt?- chava desde el refri, pregunta, pasa a lado de su madre, y no ve su cara roja, solo camina sin voltear, -Esta es la razón- piensa catalina con un suspiro, -saca suspiro el dolor que siento en mi pecho, me ahoga, me asfixia, déjenme llorar!”- oye, y papá a que hora llega, quiero que me lleve a casa de Rodrigo, va a ver una fiesta, o me puedo llevar tu carro?
Chava tiene ya 20 años, y Felipe 17, la razón por la cual Catalina aún suspira por el amor mal logrado del ayer.
-llévatelo, solo ten cuidado, sabes que estaré esperando hasta que llegues- Catalina se acerca a su bolsa, saca las llaves y se las entrega.
-ama!!- Felipe grita desde el pasillo, -voy a ir con él, llegamos tempra, no te apures, duerme, mira que cara traes, estas cansada verdad?- él es el único que ve el reflejo de su alma, su dulce Felipe, si niño tierno. –oye, llamo papá hace rato, dijo que se quedaría en el bar, con su compadre, así que descansa, vete a dormir temprano, no te apures por nosotros.- ambos hombres salen de la casa, solo se escuchan sus voces, los ruidos habituales de la casa, y después silencio, nada, paz y quietud por el resto de la noche, “por fin podré llorar” Catalina recuerda cuando empezó a cambiar su vida, cuando de ser una persona feliz, paso a ser un ente deambulando por el mundo, así, sin corazón, con una sonrisa aparente y esperando el próximo 23 de junio, la cita que nunca llego, 14 años han pasado, los hijos han crecido, los kilos se han ganado. Se abraza a si misma, sentada en su cocina, con su tequila al frente, solloza en alto, “por fin puedo llorar”, piensa.
Frente a la despensa hay una puerta pequeña, debajo del mostrador de la cocina, todos saben que es el rincón de los cubiertos, pero nadie ve la caja al fondo, la que esta llena de polvo, envuelta en una bolsa de plástico, que al sacarla provoca siempre la tos.
-Por Dios Santo, hace un año que no sacaba esta caja- Catalina habla para sí – no siempre fuiste una historia triste, no siempre fuiste un dolor para mí, te amo Leonardo, te amo como te ame hace 14 años y te amaré siempre.
A lo lejos suena en teléfono, “hoy es mi día, no quiero contestar”, pero el teléfono insiste, una y otra vez, catalina solo pasa de una foto a otra, de un recorte de periódico a otro, su nombre, en una hoja de computadora, el rastreo que ha hecho durante todo este tiempo.
-bueno- contesta harta
-bueno, Con la Sra, Catalina Martínez- Por Dios esa voz, ya casi creo que lo escucho, piensa Catalina
-digame, soy yo, quien habla?- dice sonando su nariz
-habla Leonardo Torres, Catalina, aún me amas como yo a ti?- esa es su voz, ahora esta segura.

Texto agregado el 30-06-2007, y leído por 72 visitantes. (0 votos)


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