El saco apenas caía de un hombro, y del otro colgaba desordenadamente. Los apoyos pueden ser inestables y corredizos, y cuando el cuerpo necesita estabilidad se hace dificil lograr estar de pie.

Todas las vueltas que dimos, las que nos inducimos, las que nos obligaron a tomar. Todas esos movimientos cortados y las palabras que se nos escaparon, para volver a fallar luego de haber pedido perdón. Todo queda aquí. Porque es aquí donde nací, donde volveré a reconstruirme.

Aún no estaría tan segura de comprender lo que aún me parece incierto. La verdad parece taparse con ese saco con el que me abrigué tanto. El caso es que me enamoré de situaciones, y no he querido dejarlas ir. Cuando veo que estás en ellas, que incides en ellas y que las transformas, me vuelvo más vulnerable. El sentimiento está enlazado a la circunstancia. Tú, que puedes llamarte como quieras y tener el rol que desees, llámandote padre, madre, jefe, hermano, desconocido, transeúnte o simplemente amigo, estás moviéndolo todo. No tendría tanta significancia si no afectaras la escena, o si no te afectaras por ella.

Quizás el ciclo sea fallar, levantarse, pedir perdón y volver a fallar. Quizás las intenciones que no podemos descubrir sean las que nos condenen, pero no a condenas eternas y trágicas sino a situaciones incómodas y a señalamientos molestos. No estoy aquí, no estoy para vos. Estoy para mí ahora, en otro lugar, en el cual deseo hallar la forma de recuperar este mi sitio, mi morada. Mi hogar.

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