LIRQUAY
El flaco gavilán entra por el pasaje cargado hasta los huesos. Los polis agujas, lo siguen a corta distancia. El flaco entra en la casa de doña Meche y se fondea. Difícil para los polis. Esa casa más bien es una guarida. Llena de escondrijos y cubículos oscuros como la maldad, doña Meche esconde ahí a los “soldados”. Siempre que fuese necesario…
Esta vez lo fue, y los polis quedaron pillos.
Como cual canguro saltaba por las llamaradas, levantando las manos empuñadas de igual forma como cuando ganaba una pelea.
Los pastizales de Lirquay lo enredan en su fuga, salta y trata de zafarse, quiere llegar pronto a la carretera. Pero miles de brazos delgados lo atrapan, le cierran el camino. Claudio se abre paso apartando la hierba, corriendo y dando brincos. Miles de junquitos secos por el verano adheridos al pasto comienzan hacer mella en la cara del boxeador, pese al esfuerzo de esquivar, son mayor cantidad los que se le clavan. Dejando una huella adherida, un surco insoslayable, nada más que la sangre del autor, las pruebas infinitas de su locura.
Con un brío extraordinario logra llegar a la calle. Pero no se detiene, adopta una forma más deportiva de correr y se aleja sin mirar atrás.
En el altillo del escondrijo más alto Claudio reposa sentado sobre el velador, la ventana de frente y las llamaradas a lo lejos ahumeando. Se sabe victorioso. El intenso placer que libera al encender el fuego y sentirse participe de las consecuencias. Lo hace invulnerable, todo poderoso, saltando manos arriba, de igual forma como cuando ganaba una pelea.
Y se quedo ahí, horas frente a la ventana. El atardecer se comió al día y la brisa lo hizo reaccionar.__ ¡Para mañana en ayuna! Dijo en voz alta incorporándose de un salto.
Rumbo a la cocina practicaba uppercout, jab de derecha, jab de izquierda, para terminar con crochet al mentón. La táctica la había estudiado ayer.
_Al “Indio” lo tengo cachado, la cintura la tiene pegá; __ ¡No me dura más que dos round el agilazo!
La confianza que salía a borbotones no dejo dudas el domingo en el Nataniel, gimnasio medio pobre que se llenaba de fumadores y apostadores tránsfugas. Pergüetanos insufribles, prestamistas sin vergüenzas culpables del arraigo y las deudas del boxeador, las cuales se están pagando a golpes.
En el húmedo vestuario Claudio trae a la memoria las flamas que crecían impertérritas mientras escapaba. Luego la visión desde su ventana. Lo poderoso que era, su creación consumiéndolo todo.
El intenso placer que liberó fue a dar de lleno al rostro del Indio. Destrozándolo por completo.
La casa guarida como dije antes, sirve de escondite al pequeño ejercito. Los hombres de características similares que viven allí, solitarios, hundidos en eternas depresiones, huraños y desgreñados se hacen presa fácil para doña “Meche”.
Gracias a su clarividencia el reclutamiento comienza por identificarlos, luego llevarlos a casa, darles un poco de cariño y tiempo. Momentos valiosos y esperados en donde “La Tía” los escucha mientras ellos, escuálidos soldados se desgarran el alma recordando y hablando de sus patéticas vidas, dentro de su mal que mal, loca enfermedad.
Solo tres hombres conforman el vasto ejército. Unidos por el mismo trastorno al control de impulsos. La misma tendencia patológica, el mismo incontrolable deseo.
Comenzaremos por “El flaco gavilán” Cleptómano irrefutable. Escurridizo y letal a la hora de lanzar las manos y robar. Proveedor en especies de la casa, figuritas, ceniceros, vasos, relojes, joyas etc. Se podría decir que el recargado decorado interior se lo deben sin dudas al “Flaco gavilán” Cosas casi todas sin valor, robar por robar.
El otro integrante de la frágil milicia es “Pato apuesto” no por lo bello del hombre, mas bien por su irrebatible deseo de jugar. Ludópata obsesivo y desafortunado, victima de sus apuestas, encargado de las finanzas. Los resultados están a la vista. Si hasta los cachivaches que trae el flaco son apostados. (El prefiere decir que son transados en la bolsa).
El tercer y último guerrillero “Claudio el canguro Gonzáles” Boxeador de poca monta, se mueve en un ambiente casi ilegal, si no fuera por el gimnasio pelearía en la calle. Amarrado al circulo por deudas con apostadores y gangster amateur. Soldado protector de la cofradía, pieza fundamental en el tramado enredado que son las bases del movimiento en el enclave irracional. Su creadora “Doña Meche” adivinadora esencial, clarividente a través del fuego, piromancia innegable. Sus poderes indiscutibles para el resto le dan el titulo de líder. En ella están puestas todas las esperanzas, su clarividencia descubrirá la cura de tanto desconsuelo.
__Hijos míos. Les dice ella. El fuego esta en todas partes, en nosotros y a nuestro alrededor, invisible y visible. El fuego es creador y destructor, regenerador y purificador. El fuego viene del cielo, rayos del sol que calientan la tierra, pero que puede incendiar los bosques; relámpagos que cruzan el cielo, el rayo que cae de arriba. También lo vemos en el hombre que arde en fiebre. Coincidimos en afirmar que el dominio del fuego es una etapa fundamental en la evolución del hombre. Es por esto hijos míos que pueden estar tranquilos y defender lo que hemos logrado. Estamos tan cerca. La curación pronto llegara. Los hombres se miran y ríen, en sus caras aparecen vientos de esperanza. La vidente se retira y va a atender la consulta.
Las viejecillas de la población atiborran la salita a la entrada. “Doña Meche” enciende el recipiente de cobre y arroja dentro pertenencias de los desaparecidos. Las señoras esperan impacientes el extingo del fuego y los mensajes que quedan en las cenizas. Una tras otra se retiran esperanzadas, melancólicas, soñadoras.
En la noche la maga se acerca a Claudio, sus ojos negros dominan enseguida al boxeador. Este deja los ejercicios y le presta atención.
__Hijo querido, tu fuego me da fuerzas. Ya no se puede concebir una filosofía del descanso sin soñar ante las velas que se consumen. También es mi opinión que dejar de soñar ante el fuego es perder el primer uso verdaderamente humano de este elemento. Cada vez que lo enciendes por mí, me potencias y luego al recorrer los pastizales la tierra me dice cosas, me da sabiduría. Hijo mío el próximo tiene que ser magnifico, avasallador, el mas grande siniestro jamás visto. Que Lirquay quede reducido a cenizas.
__Doña Meche. Disputo el título…
__¡Con mayor razón Claudio! Recuerda que el fuego es creador y destructor, tú lo manejas hijo. Y estamos tan cerca…
__Esta bien Doña Meche.
__Ahora descansa Claudito, mañana será un gran día.
Canguro Gonzáles se recuesta sobre la banca y continúa levantando una y otra vez la barra con pesas. Sus ojos perdidos en la luna frente a la ventana siente como la atmósfera se esta cargando minuto a minuto con la electricidad que precede a las grandes tempestades.
Y se quedo ahí, horas frente a la ventana. Hasta que el amanecer se comió la oscuridad, se agacho bajo la cama y saco todo su arsenal de bombas incendiarias. Vació el saco con arena para golpear y las cargo dentro. En ningún momento vaciló, su determinación lo hacia dar pasos firmes. Su demencia no lo dejaba darse cuenta de lo que hacia. Una a una fue poniendo las bombas en cada escondrijo y cubículo de la casa. Fue a la cocina y dio todas las llaves del gas. Tomo un bidón de kerosén y lo roció hasta salir de la guarida.
Esperó unos minutos de pie a la entrada, descalzo y semi desnudo, los ojos desorbitados y en la mano una botella y su mecha encendida saliendo disparada en dirección a la casa.
La explosión lo elevo por los aires. En esas milésimas de segundo que volaba pudo ver de lo alto las lenguas azules salir desaforadas por el techo. Al caer no lo pensó dos veces, se incorporo y corrió a la bolsa en donde guardaba el resto de las bombas, una a una las fue sacando y lanzando encendidas al resto de las casas vecinas de la población, a cada explosión despedía gritos furibundos de placer, en cosas de minutos la catástrofe estaba desatada. Los moradores arrancaban quemados, otros desnudos lloraban, las madres pedían a sus hijos, mientras el boxeador saltaba levantando las manos empuñadas, igual que cuando ganaba una pelea. Hasta que el intenso e irrefrenable placer que sintió lo hizo corre de vuelta a la casa sumergiéndose en un mar de humo y llamas, pensando en la maga y sus palabras; En que el fuego esta en todas partes, creador y destructor, regenerador y purificador. La cura a su locura, etapa fundamental en la evolución del hombre.
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