Uno sabe cuando van a pasar esas cosas. Mi certeza era total mientras subíamos por la escalera, supongo que ella pensaba lo mismo. Los preliminares ya habían sido agotados, le quité la ropa como quien pela una fruta, sacando una a una las capas que el invierno exige. Furia, la consumación de una espera exagerada, en plena unión, brazos y piernas, líquidos y espesuras.
- No te vengas dentro.
Nada se alejaba más de mis planes, entonces la puse de espaldas y la violenté.
- Por ahí no, me duele.
Veo su cara de medio lado, se deforma en incipientes gestos de dolor, no la escucho.
- Me duele, me duele.
Grita o gime o algo así, parece acostumbrada, resignada.
- Rómpeme conchetumadre.
Demasiado para mis fantasías de violador, la desbordé con todo lo que tenía dentro, rabia y celos. Separándola de mí, tendido en el desorden de la cama, ignorándola en sus movimientos, escuché en mi cabeza los momentos cumbres del segundo movimiento de la séptima de Beethoven. La vida puede ser muy cursi.
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