VENGANZA


Me presento: Soy conductora de una preciosa, flamante y cuidada limusina y estoy al servicio de todos los vips de esta ciudad. Mi nombre es Sue, y sólo dedico mis servicios a personajes famosos, millonarios, artistas de cine, top models y demás personas distinguidas del arte, la política o la tele visión.

Más o menos esto es lo que lleva escrito en letras doradas sobre fondo azul mis tarjetas de visita perfumadas con el último grito de perfume francés, pero mi oscuras y secretas intenciones, esas no se las revelo ni a mis mejores amigas, sino que permanecen en el fondo más profundo, más negro y más dolorido de mi propio corazón.

Ella, Helen, tiene la culpa de todo. Ella me arrastró a un mundo de odio y sed de venganza que no me ha permitido en todos estos años disfrutar de la vida, del amor o cualquiera de las otras cosas de las que podría disfrutar una chica.

Helen, como era una belleza despampanante, y lo sigue siendo, me quitó mi primer premio en la escuela primaria, después, en el instituto, me robó mi primer novio, y no es que yo fuera fea, que va, pero ella nos eclipsaba a todas, con su largo pelo dorado, sus larguísimas piernas, su carita de Barbi sobretodo por su coquetería.

Ella, aun sabiendo que yo salía con Peter, hizo todo lo posible por conquistarlo, lo que no fue óbice para darle al cabo de los meses una buena patada en el trasero.

De eso me enteré tan tarde, que ya no pudimos Peter y yo hacer las paces, pues mis padres y yo tuvimos que marcharnos a otro país.

Ahora, cuando han pasado diez años, me entero de que es una famosísima actriz de Hollywood, lo que hace que se renueven mis ansias de venganza, pues tengo un plan: Cuando se suba en mi limusina la llevaré a un descampado, y cuando esté
distraída, le echaré en la cara un producto corrosivo que destruya su bella cara pero que no la mate.

Estoy a punto de lograr mi venganza. Mírala, ahí desciende por las escaleras del hotel, contoneándose, la muy pécora, sin saber lo que le espera ¡Disfruta de tu cara bonita, que te queda poco tiempo!

El conserje del hotel baja con ella, y muy solícito abre la puerta de mi limusina, ella con una sonrisa de suficiencia, eso sí, algo pálida, le da una generosa propina al conserje mientras introduce en mi coche una larga pierna enfundada en media de seda y zapato de tacón altísimo.

_¿A dónde vamos?- le pregunto mientras vuelvo mi cabeza, aunque algo temerosa de que me reconozca, pero no, no lo hace, ni me mira siquiera, pues su mirada anda algo perdida ¿Alcohol? ¿Drogas? ¡Vaya usted a saber!
_ Al Saint Patrik Hospital-me responde con voz ronca, lo cual confirma mis sospechas.
_¿Va usted a visitar a un familiar?-le pregunto.
_!No, no, por supuesto que no! Voy a ingresar, pero no se lo diga a nadie, por favor.
-No se lo diré, lo prometo-le respondo-pero ¿qué le pasa?-me atrevo a preguntarle.
_Tengo cáncer-me contesta con un dolor contenido que puedo captar en su voz-un cáncer terminal, sin curación, pero en ese hospital cuidarán que mis últimos días en este mundo sean lo menos dolorosos.

No pude contestarle, porque entonces salió toda la negrura, el odio y el malestar que tenía en mi corazón, todo ello diluido en unas lágrimas que como cataratas surgieron de mis ojos.

La acompañé al hospital, subí con ella hasta el control, y allí, sin poder contener las lágrimas, libre ya de rencores, la abracé.

Ha pasado el tiempo, y puedo proclamar que hoy soy una mujer curada, y se podría decir que razonablemente feliz.