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Inicio / Cuenteros Locales / NakaGahedros / Cuevas y montes (segunda mitad cap2, La Escerción)

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Afuera el sol ya se levantaba desde el este y empezaba a calentar en la madrugada, los pastos fríos por la helada parecían pequeños dardos plateados clavados en el duro piso. Una brisa leve soplaba del noroeste, y oscuras nubes pasaban sobre las colinas y montes. El día parecía prometedor a pesar de las posibilidades de tormenta, pero había algo que no cerraba en esa atmósfera agradable. Un susurro en el aire, una voz en la cabeza de Alduris hablaba de hechos extraños, y el elfo, por voluntad propia o por no entenderlas, las dejaba pasar y no las oía con la atención que merecían.

Losgan lo observó unos instantes, estaba pensativo, algo preocupado y distante.

-¿Qué sucede? Hay algo que te molesta. Permaneces muy tenso, no es difícil verlo-

-algo anda mal- dijo Alduris sin reparar en sus palabras- no sé... - hubo un silencio que se prolongó unos segundos.

El enano sentía cierta molestia también, no por causa de Alduris, sino que algo más lo inquietaba.

-sí- concordó -algo anda mal-

-lo percibo en el viento Losgan, no sé que es, algo me ha susurrado y no supe oírlo, me preocupa haberme desentendido-

-tampoco sé qué sea, pero yo también estoy preocupado por algo sin saber de qué se trata, no entiendo como- Alduris lo interrumpió de súbito.

-¡La casa de guardia!- gritó alarmado, al darse cuenta.

-¿Qué cosa?- preguntó el enano, que no sabía de qué hablaba el otro.

-la casa, el puesto de guardia que cuida la familia de Garndred ¡Vamos Losgan! ¡Algo malo podría haber ocurrido!-

Entonces el elfo corrió a toda velocidad hacia el oeste y sin mirar atrás, no esperó a Losgan ni reparó en el hecho de que Garndred permanecía en el suelo, solo corrió.

Más atrás, el pobre enano trataba de ingeniárselas para llevar un hacha de guerra en una mano y con la otra sujetar a un joven malherido sobre la dura hombrera de metal de su coraza. El elfo ya se había adelantado.

Losgan no tardó en perder de vista a su compañero, que corrió bajando por un monte delante de él. Los pastos altos de todo el camino realmente estaban haciendo muy difícil su trabajo y para cuando llegó al punto en que había dejado de ver al elfo, habían pasado más de diez minutos. Una voz parecía gritarle a lo lejos y apenas se oía más que un susurro que se perdía en la brisa.

-parece ser él- pensó el enano -tal vez halló algo... -

Entonces corrió unos metros más y se encontró con que los altos pastizales iban desapareciendo, cediendo su lugar a una gramilla aplastada y amarillenta; aceleró un poco el paso y llegó con Alduris. Dejó cuidadosamente a Garndred en el suelo y se quedó mirando el lugar, asombrado. Había un Enurco de pequeña estatura tirado en el suelo, con un ojo agujereado y la cara llena de su sangre inmunda; alrededor estaba poblado de pesadas huellas, de Enurcos también, que se dirigían hacia el oeste.

-lleva horas muerto- dijo Losgan -ya está largando mucho más olor que uno vivo ¿Tú lo mataste?-

-sí, fue hace unas horas. Cuando iba camino a las cuevas a buscar a Garndred. Parece ser que no iba solo, debía ser un rezagado- el elfo pensó unos instantes -tal vez los Enurcos se dirigían al puesto de guardia para interceptar a la tropa... no, no lo creo- se corrigió de inmediato.

-¿Qué harían entonces? Debían tener un propósito, no creo que la posibilidad de un ataque planeado deba ser descartada- acotó Losgan.

-¿Cómo podría saber un grupo de Enurcos que la tropa de elfos estaba yendo al puesto de guardia? Nosotros nos dirigíamos a la frontera para enfrentar a los Ekermas. Ellos no se alían con estas bestias, aunque fueran en esa dirección debían estar dirigiéndose hacia otro lugar-

-ojalá así sea, no me gustaría encontrar una casa llena de cadáveres de hombres y elfos, y tener que enterrarlos- dijo el enano.

Esto hizo que Alduris se sintiera ofendido, pero no dijo nada para no perder el tiempo, podrían discutir de eso después. Ahora era necesario dejar a Garndred para que lo curasen, comprobar que todo estuviese bien, y tratar de alcanzar a sus compañeros.

-sigamos camino, hay que curar al muchacho- propuso el enano.

-vayamos, Losgan- y con estas palabras el elfo comenzó a correr nuevamente, volviendo a dejar al pobre Morokrand arreglándose como pudiese con el hacha y con el joven.

***

Alduris avanzaba presuroso al frente y Losgan trataba de seguirle el paso. A veces se detenían unos minutos para inspeccionar el camino embarrado y asegurarse de que seguían bien el tortuoso sendero apenas marcado. Un par de veces se cruzaron con el rastro bien evidente de los robustos Enurcos, que se internaba entre los montes evitando ciertas curvas y volvía al camino una y otra vez ¿Podría ser que fueran al mismo lugar que ellos?

Pasaron un par de horas y el sol subió calentando las colinas de Naignárid. El camino que seguían Alduris y Losgan comenzaba a mejorar en aspecto y era más fácil seguirlo, las partes húmedas y lodosas habían quedado atrás. La última vez que notaron las huellas de las grandes bestias, parecían abrirse hacia el sur en una curva bastante ancha que se ocultaba detrás de una elevación a su izquierda. El ver que sus caminos se dividían tranquilizó a los viajeros, ambos pensaron en que se habían preocupado sin razón y siguieron andando con más tranquilidad.

Cuando subieron a la parte más alta del terreno y miraron hacia abajo notaron de inmediato su equivocación. En el puesto, las barracas y la armería estaban destruidas, las paredes del edificio estaban manchadas de sangre roja y otra sustancia viscosa y hedionda de color negrusco-verdoso.

Alduris y Losgan bajaron el corto trecho hasta el puesto corriendo y comenzaron a percatarse realmente de los vestigios del lugar.

El enano dejó a Garndred descansando, oculto entre unos matorrales que crecían aquí y allá, y comenzó a caminar alrededor. El lugar estaba en ruinas. En el suelo se encontraban grandes cantidades de escombros mezclados con algo de sangre humana. Parecía haber huellas de Enurcos que llegaban desde el sur y se abrían hacia los lados rodeando los edificios. Por las evidencias que notaban, habían sido cuatro; al ver las pisadas divididas fue más fácil diferenciar la cantidad, que antes se volvía confusa cuando el grupo viajaba junto, en marcha estrecha.

Alduris miraba pensativo los destrozos y recapacitaba en su pensamiento de un rato atrás -entonces tenía razón- se dijo -venían en esta dirección, podrían haber estado buscando a los elfos. No deben haberlos encontrado, no hay señales de batalla en este lugar... aunque también recuerdo haber visto algo de sangre negra por ahí, todo esto es muy extraño- siguió buscando alrededor de las barracas intentaba hallar alguna señal de lucha sin éxito.

Mientras tanto, Losgan rodeaba la construcción principal en un veloz reconocimiento. Cuando giró en una de las esquinas del edificio vio a unos metros lo que parecía ser una roca oscura de gran tamaño, con un palo que salía del centro. El enano se acercó y se dio cuenta de que lo que miraba no era una roca, sino un mismísimo Enurco, muerto y bañado en su inmunda sangre. Pero se encontraba en una posición muy extraña, parecía estar inclinado sobre algo con un brazo medio levantado, pero por una lanza que lo atravesaba, entrando por el lado izquierdo del pecho y saliendo por el centro de la espalda. Cuando se acercó a observar mejor, notó que la gran figura estaba inclinada sobre un muchacho ensangrentado, lo estaría tomando por el cuello y a punto de asestarle un golpe cuando la herida que se le infringiera le arrancó la vida. Losgan trató de despertar al joven, pero ya había muerto hacía largo rato, estrangulado y herido.

-¡Alduris!- llamó el enano- ¡Alduris! ¡Encontré a alguien!-

Este llegó corriendo en unos instantes y luego de la sorpresa de ver a la bestia en esa extraña posición, se inclinó para tratar de reconocer al joven ensangrentado. El muchacho se parecía a Garndred en algunos rasgos, era difícil identificarlo porque tenía la cara magullada y cubierta de sangre en su mayoría, pero luego de observarlo con detenimiento pudo confirmar que se trataba efectivamente del hijo de los ancianos, del hermano de Garndred.

-es una lástima, esta era buena gente. Ninguno sobrevivió. Hace unos minutos encontré a sus padres, la anciana Nerith estaba aplastada bajo los escombros de las barracas y el buen Barl también murió haciendo frente a los Enurcos. Lo encontré con un arco de caza en las manos a unos metros de dos grandes cadáveres, uno de ellos con una flecha en la garganta, el otro con la cabeza aplastada, algo muy extraño- señaló la dirección -por eso debía ser la sangre-

-los ha sorprendido la mañana, deben haberse desorientado- dijo Losgan.

-¿Cómo para matarse entre ellos? No creo que Barl pudiese romperle la cabeza a un Enurco adulto-

-son bestias estúpidas, se matan tanto a oscuras como de día- dijo el enano restándole importancia al asunto.

Alduris parecía tener todavía cierta preocupación ¿En dónde se encontraría el cuarto Enurco? Ya habían visto alrededor de todos los edificios y no estaba entre los escombros. Si hubiese tratado de ocultarse de la luz no habría llegado muy lejos a través de los montes y praderas pues las cuevas más cercanas al lugar eran las del este, de donde venían. Si hubiese intentado llegar a las cuevas, lo hubiesen visto de seguro, a menos que se desorientara por la luz del alba y errara el camino. En definitiva, la situación era como todo en ese día: extraña.

Alduris fue arrebatado de sus pensamientos por un golpe repentino al otro lado de la casa. El elfo corrió alarmado a ver que sucedía, con su espada ya en mano, giró en la esquina del sudoeste cuan veloz pudo y vio al enano golpeando el suelo con su hacha, estaba cavando un pozo.

-¿Qué sucede? ¿No vas a ayudarme?- Losgan seguía su labor esperando a que el otro se le uniera, pero en vez de hacerlo solo lo miró extrañado.

-¿Para qué es el pozo? ¿Buscas algo? No tenemos tiempo para esas cosas-

-¿Qué?... debemos enterrar a los muertos, no podemos dejarlos a merced de los buitres y los lobos- Losgan contempló al elfo, sorprendido de que le preguntara semejante cosa.

-¿No me vas a ayudar?- insistió.

-los Anarassar no enterramos a los difuntos, nosotros les damos una despedida honorable devolviendo su alma al fuego de Herbos primero-

-¿Entonces simplemente los queman?- preguntó el enano -tampoco creo que haya tiempo para eso-

-no. No los quemamos simplemente. La despedida involucra todo un complejo ritual que… no te voy a explicar ahora-

-entonces, si no tienes nada mejor que hacer, ayúdame a enterrar los cuerpos-

-no voy a hacer eso Losgan, mientras los entierras, yo voy a ir a buscar medicina y vendas para curar a Garndred, si es que la casa todavía se mantiene en pie- dijo con cierta turbación antes de retirarse y dejar a Losgan excavando solo -tal vez te encuentre una pala- le gritó de lejos.

Abrió entonces la puerta de la casa con cuidado, pues temía que la estructura estuviese dañada y se derrumbara sobre él. Cruzó la sala comunal y se dirigió hacia la cocina. Revolvió un poco los estantes de la pared y encontró un par de cosas que podrían servir para hacer una medicina de cierta eficiencia contra las quemaduras: unas flores de Balgari, (que si se dejan secar son también un sabroso condimento), unas extrañas raíces y un par de hojas de Jebrin, parecida a la planta de aloe.

Revolvió un poco más por los estantes bajos y sacó un par de trapos de una caja, algo de carne seca, pan de trigo, unas verduras de la huerta trasera que habían sido recolectados el día anterior y una escudilla pequeña para elaborar la mezcla. Volvió a cruzar la sala comunal y salió nuevamente a preparar la medicina. Se sentó a un lado del estanque y comenzó una mezcla de hierbas.

En tanto Alduris se arreglaba con las hierbas y sus preparados, Losgan ya comenzaba a excavar el segundo pozo, iba muy veloz, aunque el elfo olvidara lo de la pala.

Pasaron unos minutos y la cura para las quemaduras de Garndred estuvo lista, era una especie de pasta amarillenta que no despedía ningún tipo de olor y se untaba sobre los sectores afectados. Alduris se acercó al joven, se la aplicó en las manos, luego de habérselas lavado, y se las vendó con los trapos que había sacado de la cocina; le aplicó también algo en la cara, que estaba en mejor estado. Cuando terminó de tratar a Garndred envolvió el cuenco con otros trapos que le quedaban, lo ató con una correa de cuero que llevaba consigo y se lo colgó en el cinturón. La pasta podía aguantar unos días antes de echarse a perder y si seguían viajando con el joven, porque evidentemente no había más remedio, iban a volver a aplicársela al menos un par de veces más.

Cuando Losgan terminó con los pozos y enterró a los muertos, colocó unas piedras delante de cada tumba que tenían grabados sus nombres en runas Fund, rezó una oración corta en el antiguo lenguaje de los enanos y fue a descansar con Alduris junto al estanque.

-ya enterré a la familia del muchacho- dijo en un suspiro -¿Lo curaste?-

-hice lo que pude con lo que tuve al alcance- contestó Alduris- aunque pude haber logrado algo mejor con otros elementos, la pasta le va a ayudar-

-¿No le has puesto barro? No hay nada mejor que el barro fresco para las quemaduras-

-podría ser, Losgan, pero la pasta lo va a ayudar bien-

-como desees- contestó el enano y se quedó mirando hacia el cielo.

El sol ya casi estaba sobre ellos, el mediodía estaba próximo.

-podríamos comer algo- sugirió -ya casi es la hora del almuerzo, luego podemos seguir camino a Sarlos-

Estas palabras hicieron que Alduris recapacitara en todo el tiempo que llevaban perdido.

-si la tropa de los Anarassar partió antes del alba ya deben llevarnos más de siete horas de camino- dijo en voz alta para que Losgan lo escuchara -tendríamos que salir ya mismo para tratar de mantenerles el paso y aventajarlos por la noche. Pero... no he comido nada desde ayer y estoy bastante cansado, deberíamos darnos tiempo para un almuerzo rápido y seguir caminando lo antes posible-

Losgan se mostró de acuerdo y empezaron a preparar un almuerzo rápido. La comida que Alduris había traído de la casa era poca y Losgan no llevaba mucho más consigo, así que el elfo volvió a entrar.

Pasó por la puerta y anduvo unos pasos cuando vio que una gran figura se abalanzaba sobre él. Era el Enurco que no habían podido encontrar, había permanecido oculto en una de las habitaciones que nadie había revisado.

Lo primero que hizo Alduris fue llamar a Losgan para que lo ayudase y desenvainó su espada. Era una suerte que hubiese decidido tomar un almuerzo corto, pues de lo contrario habría dejado sus armas y ahora estaría indefenso (aunque con o sin armas, la situación no era nada alentadora) Ahora la horrenda bestia se interponía entre la puerta y el elfo, así que escapar era imposible, solo quedaba aguantar por unos minutos y esperar a que llegara Losgan, para poder atacarlo desde ambos lados y dividir su guardia.

Alduris esquivó un par de golpes muy fuertes, pero torpemente arrojados que arrancaron pedazos del revoque de las paredes; lanzó un par de espadazos a los brazos de la bestia también, pero sin lograr ningún daño. Durante unos instantes el combate estuvo pausado, los contrincantes parecían medirse.

El Enurco balanceó su garrote por el aire una vez más y le pegó a una de las vigas del techo, Alduris atacó un par de veces y en un golpe largo logró hacerle un tajo poco profundo en la parte alta del pecho. Entonces llegó Losgan desde la entrada y se situó detrás de la bestia sin que esta se diera cuenta, asió su hacha firmemente con las dos manos y la balanceó desde el lado dándole en el flanco derecho. El hacha se enterró más de treinta centímetros en su tórax, dañándole algunos órganos internos y desparramando sangre en todas direcciones. Cuando el Enurco giró para defenderse de quien lo atacaba por sorpresa, Alduris le asestó una estocada en la parte alta de la espalda, justo entre las costillas, logrando perforarle los pulmones. Segundos después, el Enurco murió asfixiado en su sangre y cayó de boca sobre una de las mesas de la sala.

Cuando los viajeros se tranquilizaron y guardaron sus armas, notaron algo extraño en la bestia: en el lomo tenía una especie de figura marcada en negro, como la silueta de una cabeza con cuernos y espinas que se abrían desde los lados y se cerraban hacia el centro, y un par de ojos grandes bien marcados en medio de la figura. Ni Alduris ni Losgan dijeron saber de qué se trataba, así que el enano, aunque parecía algo perturbado por la imagen, tomó un pequeño papel y un lápiz de carbón y dibujó la figura. Si más tarde encontraban a alguien le pedirían que los ayudase a identificarla, porque no parecía un detalle de poca trascendencia.

Los compañeros salieron de la casa luego de llevarse lo que quedaba de comida de la alacena y se sentaron a disfrutar de su pan con carne y frutas secas a un lado del estanque. Garndred seguía dormido, pero se lo veía calmado, la mezcla estaba causando algún efecto y con uso regular las heridas sanarían en poco tiempo.

El almuerzo fue corto y mientras comían, Alduris y Losgan conversaron sobre algunos temas de poco interés. Luego de la media hora de descanso que se tomaron, empacaron lo que sobró, llenaron sus cantimploras con agua del estanque y se levantaron a seguir rumbo a Sarlos.

***

El sol ya empezaba a declinar, y el lugar se ponía frío, luego del almuerzo habían avanzado unos cuantos kilómetros y no habían tomado ningún descanso desde esas horas. Losgan llevaba a Garndred sobre el hombro y Alduris caminaba más adelante entre los pastos lejanos. Ambos estaban muy cansados, porque entre las caminatas, luchas y el poco tiempo de dormir que tenían, habían consumido mucha energía. Cuando Losgan propuso detenerse a acampar Alduris estuvo de acuerdo y lo hicieron debajo de un roble solitario. Ambos dejaron las armas a un lado y se desplomaron en el suelo. Le sacaron los vendajes a Garndred y le pasaron un poco más de la pasta por las manos y la cara. Losgan comió un poco de carne seca y se recostó sobre el tronco del árbol. Alduris miraba al enano con cierta curiosidad, pues desde el primer momento en que lo vio, siempre había estado usando la gruesa coraza.

-Losgan, quisiera hacerte un par de preguntas, si es que no te molesta- le dijo.

-¿Sobre la armadura que llevo puesta verdad?- preguntó el enano, de ceño fruncido y aspecto serio, sorprendiendo a Alduris.

-sí ¿Cómo fue que supiste?- preguntó el elfo, en verdad extrañado.

-es que puedo escuchar tus pensamientos Alduris y el de toda persona, como si estuviesen hablando en voz alta. Tan claro como el agua- respondió el Morokrand lanzándole una mirada furtiva a su compañero.

El elfo se quedó sin palabras, observando asombrado al enano, que de repente le mantenía la mirada con cierta audacia, en un día de grandes rarezas un enano que escuchaba el pensamiento las superaba a todas. No podía creer algo así, la idea de que su compañero estuviese loco era más creíble.

Así estuvieron unos segundos, hasta que Losgan parpadeó e irrumpió en una carcajada estruendosa.
-¿No habrás creído todo eso?- dijo el enano entre carcajadas, ante el asombro del elfo.

-¿Cómo supiste lo que pensaba?- preguntó este, admitiendo que lo habían atrapado.

-noté que observabas mi armadura con cierto interés y supuse que me preguntarías algo, como no me equivoqué decidí divertirme un poco a costa tuya- explicó -en verdad nunca creí que un elfo pudiera caer en semejantes bromas. Son días extraños y pierden filo sus sentidos- su risa fue cediendo -no quise ofenderte, en verdad eres muy joven y te falta mucho por crecer en varios aspectos-

Alduris lo miraba con cierto enojo, pero no pudo evitar soltar una risa, el enano empezaba a agradarle.

-entonces, volviendo a mi cuestión original- dijo terminando con las risas de su compañero, que aún hallaba gracia en su pobre broma -voy a hacerte la pregunta que me viene molestando desde hace algunas horas ¿Por qué no te quitaste la armadura en ningún momento de descanso?-

-no tengo necesidad, el metal es muy liviano y todas las piezas están hechas demasiado bien, justo a mi medida- respondió, pero se dio cuenta de que esa respuesta no satisfacía al elfo -eso no es lo único- agregó entonces -notarás que por fuera las piezas de brazos y piernas están hechas con grandes desproporciones respecto a su grosor total. Es así para poder llevar cosas adentro: mantas, algo de papel, soga y otros menesteres ¿Esa respuesta es satisfactoria a tu curiosidad?-

Losgan parecía muy orgulloso de la coraza plateada y dorada que llevaba puesta y hablaba de ella con gran satisfacción, más aún no le decía a su compañero todas sus características, ni su origen.

-eso me despejó muchas de las dudas que tenía; pero ahora surge una nueva, ¿De qué tipo de metal es tu armadura?-

-es del bueno, del caro- contestó Losgan sonriendo sin desear dar más detalles -buenas noches elfo... Alduris- y con estas palabras giró y se durmió.

Alduris pensó un poco en lo que el otro le dijo y se recostó sobre el suelo de hierba mullida. No tenía caso desvelarse por eso, era mejor descansar un rato hasta el amanecer y recuperar energías. Entre estas ideas se durmió, el viento susurró algo entre las hojas del árbol y se detuvo después de unos segundos. El día siguiente sería cansador y traería consigo hechos inciertos.


Texto agregado el 29-06-2007, y leído por 324 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-01-2008 NakaGahedros: Un giro inesperado en la trama. La muerte de la familia de Garndred supone un hecho muy importante, ya que este debera acompañar a Losgan y Alduris, al menos por un tiempo. Estoy en desacuerdo con neison y ARZEL, pues no me parece un tema algo comun, lo considero original e imaginativo. Mis 5***** N3eK0
03-08-2007 Tenía que leerlo. Estoy metido :D. Losgan tambien me cae bien, sobre todo cuando empezó a cabar los pozos tal como había dicho anteriormente. Sin críticas. *5 gino
17-07-2007 Muy bien narrado, aunque admito que opino igual a neison, el tema es un poco comun. ARZEL
12-07-2007 un tema algo comun pero lo has escrito con mucha fuerza lleno de imagenes con tu propio estilo y empeño de hacer bellos textos te felicito neison
 
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