Intenso recorrido de las almas que no pidieron
emigrar y que por imperio de la locura desatada
emprenden un largo viaje a las sombras
con una sonrisa yerta y su vida hecha cuajarones
impelidas por un odio visceral que no contempla
treguas ni razones y cuya mística es la destrucción
de los cuerpos, de las almas y de los sueños.

Pasaje a la muerte impía que destroza destinos y
cuyo paradero es la oscuridad de nuestras hipótesis
que no se conforman con ser polvo bíblico y buscan
respuestas en la sin razón de una súplica que se
deshace en torrente de lágrimas petrificadas.

Padre nuestro que estás a la distancia que media
entre un corazón escéptico y una oración desesperada
ruega por todos tus hijos que prosiguen el vuelo
de anhelos tronchados, sin rostros, sin huesos, sin vestigio
de los hombres puros que hollaron la simiente para
eternizar la lumbre manifiesta del conocimiento y del amor
ahora y en la hora que decidan los lobos que será la muerte
de la espiga, del cordero y de los inocentes que pronuncian
con su boca muda un amén que rueda por los intersticios
de sus manos rotas para derramarse rojo como la sangre
de tu hijo martirizado por las espinas, los clavos y la duda.