El hombre la miró sonriente, dando a entender que ella le gustaba. Iba enseñándole la ciudad y por momentos le tocaba el brazo amigablemente. Celia sonrió para sus adentros, recordó el problema que tuvo alguna vez con un jefe que tomó actitudes parecidas. ---Yo no soy nada suyo, le dijo, no acostumbro a tener ese trato ni siquiera con mis amigos y Ud. tampoco es mi amigo. El tipo se rió a medias, no tuve mala intención le dijo, no volverá a suceder, pero Celia sintió su mirada atravesándola y salió de la oficina disgustada --- Y ahora este hombre amable con ella pero… tal vez buscando algo mas… Se despidieron en la puerta del Hotel. Si me necesitas puedes llamarme, dijo alcanzándole una tarjeta.

Al día siguiente Celia lo encontró organizando el inicio de la conferencia. Lo saludó levantando la mano. El no tardó en acercarse:... hoy estás más bonita que ayer, se ve que el descanso te hizo bien. Gracias, sonrió Celia y tuvo la impresión de que sería muy fácil tener un affair con aquel hombre. Era como si él se lo estuviera proponiendo, sin decirlo. Movió la cabeza como para ahuyentar los pensamientos, apenas pasaría unos días en aquella ciudad y seguro no se volverían a ver. Lo miró de lejos, cincuenta años tal vez, vestía casual elegante, impecable, atento, inteligente, galante. El tipo ideal para sentirse conquistada como una quinceañera.

Los días pasaron y las miradas de Alberto a Celia no cambiaron, era evidente que a él le gustaría un acercamiento, pero ella se mantuvo alejada. El día final del curso Celia le dio las gracias por las atenciones recibidas, te llamaré esta noche para salir… esta bien dijo ella, nos vemos mas tarde y salió en dirección al Hotel.

Ya sola en la habitación pensó en las sensaciones que los galanteos de un hombre amable habían despertado en ella. Un hombre que yo ame y que me ame es lo que quiero en mi vida, se dijo. La última vez que amó fue especial, como nunca antes lo había sentido por nadie. El poema que él leyó, la música que los llevó al extasis, sus cuerpos conociéndose con ternura, fueron huellas que quedaron en su vida, en su mente, en su cuerpo y sintió que no podría mancharlas con una aventura.

Celia levantó el teléfono, la voz de Alberto invitándola a salir le pareció desconocida. …Gracias pero estoy cansada, mañana viajo y lo mejor será dormir bien. Tal vez en otra ocasión podamos salir… Adiós Alberto.