A las 12 del nuevo día, llueve en Santiago. Y a mí me separa de la lluvia, sólo un vidrio. Muchos duermen. No tú. No yo. Pero llueve en Santiago. Detengo la música, sólo para oír las gotas, golpear... siete pisos más abajo. ¿Cuántos encontraron la excusa perfecta para no ir al colegio? ¿Cuántos vieron hoy desvanecerse su esperanza de esperar secos la micro? ¿Cuántos despertaron con la ilusión rota de un maldito sueño interrumpido? ¿Cuántos corrieron a entrar la ropa, la mesa, ¡el mantel...!? ¿y cuántos aún siguen dormidos?. Quizás tú también estás dormido. Quizás después de este día largo, no puedas menos que estar cansado. Y ahora descansas, en el abrigo. En el calor, en la noche, en la vida... en nuestro encuentro. Quizás es un trueque. Y hoy es un día de lluvia, para que el séptimo sea... nuestro día de sol. Llueve en Santiago. Me llueves tú y me empapo yo.