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“Parkinson”


Hoy en la mañana me subí a la micro como lo he hecho siempre: Pongo los 80 pesos en la maquinita, saco el boleto y me siento en algún puesto donde no dé el sol. Y así anduve un par de cuadras. Me llamó la atención la cantidad de ancianos que se subió a la micro, pero de todos modos no le di mucha importancia. Al rato se subió una señora de edad, lamentablemente con un notorio mal de Parkinson… en la cabeza. La movía descontroladamente, a pesar de sus esfuerzos por que no se notara tanto su problema. Yo la miraba y me di cuenta de que gesticulaba algo, como que hablaba para ella, pero luego entendí que era parte del problema. Recordé una película de un hombre que sufría crónicamente este mal, a tal punto que al final quedaba completamente tieso, vivo, respirando, pero sin distinguir nada, tieso, duro, si le dabas un empujón caía como una caja al suelo.
Cuando volví de mis pensamientos mire a mí alrededor, y note a la persona que iba a su lado que también comenzaba a mover su cabeza, y luego la de adelante y la de atrás y todas las que estaban cerca de ella. Movían sus cabezas y sus bocas desesperadamente, y luego sus manos y sus piernas, de un lado a otro; golpeaban los asientos y los vidrios, se movían en forma frenética… y así se contagiaban todos, hasta que me vi a mí mismo contagiado por este mal. Trataba de quedarme inmóvil, pero parecía que mientras más lo hacia más me movía. Me relajaba, y más me movía… mi cabeza, mis manos y mis pies, los hombros, golpeaba sin querer a las personas que estaban a mi lado, y ellos también a mí, golpeaba sin querer los vidrios de la micro… todo era frenético, caótico… hasta que de pronto, era tanto el desenfreno, tan fuertes las vibraciones de nuestros cuerpos, que todos comenzamos a quedar inmóviles, pero inmóviles al ojo humano, ya que nos movíamos tan rápido y tan fuerte, pero a la vez tan incipientes como la luz. Quedamos todos tiesos, gélidos, rígidos, solo respirando…
Cuando llegamos al paradero, el chofer nos vio, todos rígidos y nos lanzo uno por uno fuera de la micro. Y nos dejó botados en el suelo, como cajas de cartón, junto a otros miles de cuerpos ya tiesos y ya botados que estaban ahí. Marcó su hora de salida, su número de boleto y se fue.

Jorge Fuica, Transeunt3

Texto agregado el 11-03-2004, y leído por 173 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-03-2004 jaja!!! y yo pensé que era ñoña!!!jaja Inima
11-03-2004 Impresionante yoria
11-03-2004 Parkinsonismo compulsivo... rodrigo
 
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