El otro día llamé a mi hermano y me puso a mi sobrino. Como suelen hacer los niños cuando les pasas un teléfono se quedó callado. Creo que piensan “Yo no voy a decir las gilipolleces que dices tú” porque del otro lado yo estaba “¡Mageeeeeeeeel (es su nombre) Que pasaaa tío! (silencio)... ¿Cómo vaaaa, qué haces? (más silencio)... ¿Estás jugando? (ese silencio me devolvió el eco de mi propia pregunta que me decía a mi mismo ¡Joder, es un niño de dos años, qué va hacer ¿Leer el periódico?!........
Me ha dicho mi madre que tiene un acento andaluz que no se puede aguantar, tendré que bajar a Málaga a comprobarlo, por teléfono creo que será imposible...

Eso sí, cuando se me agotaron las preguntas imbéciles, mi sobrino devolvió el teléfono a mi hermano vitoreando ¡¡¡Va a veni, va a veni, va a veniiii!!! Ahí no le noté el deje, pero que cabrón ¿Cómo no voy a ir después de que gritara esa frase tan sencilla? ¡¡¡Marditos puentes que han huido de los meses de verano!!! Y un fin de semana, ir y volver a Málaga es demasiado pal body. Da igual, dijo “Va a vení” y ahí derrumbo cualquier resistencia a no hacerlo.

Ele sobrino.