Le gusta entretenerse con las letras. Vive escondida en el libro de cuentos del estante de hasta arriba de ese librero empolvado. Luego se atreve a visitar los de recetas de cocina o los aburridos de fìsica, se rompe la cabeza intentando entenderle a los de esos versos raros que hablan del amor, pero lo suyo lo suyo son los cuentos.

Usa las J como resbaladilla. Y cuando se cansa, va y le da una mordidota a las “o”(espolvoreadas con chispas de “a” que saca de cuando abre grande la boca),
y luego las bautiza como “c”.

En los puntos suspensivos salta de derecha a izquierda y al revès , cuantas veces sus piernas (o como sea que se le llamen a esas extremidades suyas), se lo permiten.

A su mamà le hizo para su cumpleaños unos aretes con unas comas plateadas, como hilos de luna, que se encontrò.

Y por las noches, agarra una letra, la que el azar decida, y se acurruca en ella.